Aquella mañana podría ser como cualquier otra, Ceferina se había levantado temprano para ir a una de las tantas patrullas fronterizas a las que asistía.
Afortunadamente para ella y para el resto de la patrulla se les había permitido cazar, al menos no llegarían con las patas vacías al campamento.
En sus fauces, llevaba un gordo ratón que se le había cruzado en el camino, a juzgar por la hora quizá algunas reinas estarían despiertas y seguramente hambrientas, así que una vez llegó al campamento se dirigió directamente a la maternidad para así dejar el ratón con sus nuevos dueños.
Maullo para anunciar su entrada y con el cuidado de no hacer mucho ruido ella entro y saludo a algunos presentes.
— Acabo de regresar de patrullar— Maullo casi en un susurro para no molestar a los que aún dormían.— Vine a traerles esto.
Claro que si tenían más hambre siempre podría salir y traerles algún otro ratón.
Oh, recordaba sus días en la maternidad, sin ninguna preocupación por el futuro o por qué fuese a comer, siempre habían gatos dejando la comida para todos ahí, ahora le tocaba ser quien traía la comida para todas esas bolitas de pelo juguetonas.

Pequeña Jazmín se encontraba algo alicaída aquél día, y se le podía notar en las pocas acciones que realizaba, además de estar echada junto al vientre de su madre. Unas cuantas lunas habían pasado, y había algo que la tenía inquieta. Lo que antes era símbolo de emoción, ahora causaba que se abrumarse y se amargara. Su aprendizaje. Estaba a tan solo dos lunas de que la nombraran aprendiza, y Pequeña Jazmín se sentía inquieta con aquello, ¿Quién sería su mentor? ¿Sería aprendiz de curandero, como Cola Floral quería, o la decepcionaría? ¿La dejaría sola en la maternidad mientras ella iba a entrenar como guerrera, llenándola de angustia? No le parecía correcto.

Sus orejas se irguieron cuando un olor desconocido se hizo presente en la maternidad y la cachorra levantó la mirada alerta. 《Oh, es solo la comida》 pensó para sí, levantándose mientras se estiraba; no había muchos cachorros en la maternidad, pero eso no quitaba que Florecita y ella estuviesen creciendo y que la maternidad se quedara lentamente sin espacio. Al menos, con tan pocos cachorros, sabía que sería la primera en servirse de la comida.
—Ceferina —saludó la cachorra cabizbaja—. Gracias, y damos gracias al Clan Estelar por esta presa— dicho eso, empezó a devorar al ratón sin esperar a Florecita. Algo le decía que sería ella quien sería escogida como aprendiz de Pluma de Miel, por lo cual hacía que su pecho pesara y tuviese una rabia hacia la tricolor.
Soltó un gruñido mientras comía. Aquél día no se sentía de humor.