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Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C
Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.Se abren las inscripciones a los Altos Cargos
El Otoño ha llegado
¡Apertura! Sean bienvenidos
No hay nada nuevo por aquí
Pluma de Miel
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Que cómo se veía ante el Clan Estelar… ¡Ante Mirada Afilada!
Pluma de Miel se abrió paso por el túnel de helechos, incapaz de mantener un minuto más la carita de pena que había tenido todo el camino de vuelta hasta el campamento para no facilitar que Estrella Rota cambiase de opinión. Pero es que con cada instante de estar en su presencia solo le daba más arranque al resentimiento que sentía por el desafío del líder, al que le habría dicho su más sincera opinión si no fuera porque apreciaba su puesto y la paz de la que, por el momento, podía presumir.
El olor aromático de su guarida la recibió como un abrazo reconfortante, un roce de ánimos en su costado, el consuelo de su legado. Y solo entonces, cuando sus pulmones se llenaron de esa familiaridad, fue que la curandera se giró hacia la entrada y esperó ver aparecer a la pequeñaja de pelaje raro que se habían traído al corazón del territorio.
Le había pedido al líder atigrado que fuera a ver cómo estaba Cola Floral, a ver si le apetecía seguir con esa propuesta que él mismo había lanzado al aire. Que a ella ni le iba ni le venía, pues esta gata ya era lo suficientemente mayor como para no estorbar mucho a la reina.
—Venga, pasa. Las patas aún te funcionan, ¿no? —gesticuló con la cabeza hacia uno de los lechos más cercanos, que tampoco le cayese muy lejos para tumbarse.
La guarida estaba prácticamente vacía. Todas las visitas que tenía con el buen tiempo eran meros arreglos de media tarde, o la visita de alguna cara conocida que iba a hacerla compañía.
A estas alturas del día, seguramente estaría fuera y a la sombra, parloteando con algún veterano aburrido; o dando una vuelta por el bosque con sus amigos. Pero aquel día sería diferente y no podía quejarse, porque había sido su idea. Dichosa simpatía.
—Túmbate en ese lecho, que te pueda echar un vistazo—indicó mientras se acercaba a su estante de hierbas, apoyando sus patas en la piedra para ver lo que tenía—. ¿Qué te ha pasado para estar así?
Porque desde luego que, por el aspecto que tenía su cola, no podía habérselo hecho solita. No le hacía mirarla muy atentamente para darse cuenta de que tenía una infección terrible, pero si pudiera saber la causa, quizás no tendría que lanzar zarpazos al aire en busca de una solución…. Si es que habría una, en primer lugar.
Pluma de Miel se abrió paso por el túnel de helechos, incapaz de mantener un minuto más la carita de pena que había tenido todo el camino de vuelta hasta el campamento para no facilitar que Estrella Rota cambiase de opinión. Pero es que con cada instante de estar en su presencia solo le daba más arranque al resentimiento que sentía por el desafío del líder, al que le habría dicho su más sincera opinión si no fuera porque apreciaba su puesto y la paz de la que, por el momento, podía presumir.
El olor aromático de su guarida la recibió como un abrazo reconfortante, un roce de ánimos en su costado, el consuelo de su legado. Y solo entonces, cuando sus pulmones se llenaron de esa familiaridad, fue que la curandera se giró hacia la entrada y esperó ver aparecer a la pequeñaja de pelaje raro que se habían traído al corazón del territorio.
Le había pedido al líder atigrado que fuera a ver cómo estaba Cola Floral, a ver si le apetecía seguir con esa propuesta que él mismo había lanzado al aire. Que a ella ni le iba ni le venía, pues esta gata ya era lo suficientemente mayor como para no estorbar mucho a la reina.
—Venga, pasa. Las patas aún te funcionan, ¿no? —gesticuló con la cabeza hacia uno de los lechos más cercanos, que tampoco le cayese muy lejos para tumbarse.
La guarida estaba prácticamente vacía. Todas las visitas que tenía con el buen tiempo eran meros arreglos de media tarde, o la visita de alguna cara conocida que iba a hacerla compañía.
A estas alturas del día, seguramente estaría fuera y a la sombra, parloteando con algún veterano aburrido; o dando una vuelta por el bosque con sus amigos. Pero aquel día sería diferente y no podía quejarse, porque había sido su idea. Dichosa simpatía.
—Túmbate en ese lecho, que te pueda echar un vistazo—indicó mientras se acercaba a su estante de hierbas, apoyando sus patas en la piedra para ver lo que tenía—. ¿Qué te ha pasado para estar así?
Porque desde luego que, por el aspecto que tenía su cola, no podía habérselo hecho solita. No le hacía mirarla muy atentamente para darse cuenta de que tenía una infección terrible, pero si pudiera saber la causa, quizás no tendría que lanzar zarpazos al aire en busca de una solución…. Si es que habría una, en primer lugar.
Zarpa Quebrada
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Eclipsa había estado caminando con mucho esfuerzo por todo el territorio del bosque, le había costado un poco seguirles el paso a los gatos de clan pero no por lo difícil del terreno, sino por el hambre y cansancio que tenía. Le dolían las patas también, pero aún así una nueva motivación le había dado energías, al menos suficiente para llegar al campamento y hogar de los gatos. Nada más entrar le asombró lo organizado que se veía todo, era amplio y olía a muchos gatos... Y a comida... Presa fresca, aunque solo lo vió de reojo y no la pudo localizar puesto que la llamaba la gata de pelo crema, Pluma de Miel, le rugió el vientre y esperó que nadie la hubiera escuchado, mientras seguía a Pluma de Miel hasta una especie de guarida apartada del resto del claro, esta emanaba un aroma a hierbas, lo cual la llenó de curiosidad, y algo dubitativa, dió unos pasos adentro. Acostándose en el lecho de musgo que le indicó la gata para examinarla, era una especie de sanadora? Ese era el trabajo de Pluma de Miel?
Ante la pregunta de la mayor ella se preparó a responder mientras se acomodaba mejor, tumbandose de lado:
Pues... Me mordió un perro... Pero! Si no me hubiera topado de bruces con ellos no me habrían tocado siquiera!! Suelen ser muy tontos y torpes, todo el tiempo los veía desde donde vivía, la mayoría de los otros gatos del poblado podían esquivarlos sin problema... Se... Se va a curar... Verdad? Eclipsa añadió en un tono más preocupado, mirando su lastimera cola, le daba algo de miedo ¿ Y si dolía mucho el método que usaría Pluma de Miel para curarla? Ojalá no fuera ese el caso. Sacudió la cabeza para deshacerse del escalofrío que recorrió su lomo. Todo estará bien, intentó convencerse a sí misma.
Ante la pregunta de la mayor ella se preparó a responder mientras se acomodaba mejor, tumbandose de lado:
Pues... Me mordió un perro... Pero! Si no me hubiera topado de bruces con ellos no me habrían tocado siquiera!! Suelen ser muy tontos y torpes, todo el tiempo los veía desde donde vivía, la mayoría de los otros gatos del poblado podían esquivarlos sin problema... Se... Se va a curar... Verdad? Eclipsa añadió en un tono más preocupado, mirando su lastimera cola, le daba algo de miedo ¿ Y si dolía mucho el método que usaría Pluma de Miel para curarla? Ojalá no fuera ese el caso. Sacudió la cabeza para deshacerse del escalofrío que recorrió su lomo. Todo estará bien, intentó convencerse a sí misma.
Pluma de Miel
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—Qué coincidencia, yo también he tenido que huir de un perro hoy... Con un poco más de suerte, claro—añadió en un susurro.
Un mordisco, ni más ni menos que de un perro. La curandera relamió sus incisivos, debatiéndose sus propias ideas por unos instantes; hasta que, vacilante, estiró el cuello para tomar unas ramitas de cola de caballo.
Entonces se encaminó de vuelta hacia la joven, depositando sus remedios ante ella. Pero no se puso patas a la obra al momento, sino que permaneció en pie, con sus orbes melados puestos en la fea herida.
No prescindían de la cola de caballo.
—Por muy "tontos que sean", es mejor que no te confíes con ninguno. Esos dientes de tontos tienen poco —inclinó su cabeza sobre ella, tomándose un momento para examinarla—. Por como está, voy a asumir que no es de ayer, ¿te duele? —preguntó, pero no la dio ni tiempo a contestar antes de plantar su pata sobre la zona afectada. Presionó casi en la punta, lejos de la zona inmediatamente herida, pero lo suficientemente cerca para que pudiera sentir algo.
Pluma de Miel era una gata muy cuidadosa con sus pacientes, pero en una revisión no podía perdonar ni una sola.
Un mordisco, ni más ni menos que de un perro. La curandera relamió sus incisivos, debatiéndose sus propias ideas por unos instantes; hasta que, vacilante, estiró el cuello para tomar unas ramitas de cola de caballo.
Entonces se encaminó de vuelta hacia la joven, depositando sus remedios ante ella. Pero no se puso patas a la obra al momento, sino que permaneció en pie, con sus orbes melados puestos en la fea herida.
No prescindían de la cola de caballo.
—Por muy "tontos que sean", es mejor que no te confíes con ninguno. Esos dientes de tontos tienen poco —inclinó su cabeza sobre ella, tomándose un momento para examinarla—. Por como está, voy a asumir que no es de ayer, ¿te duele? —preguntó, pero no la dio ni tiempo a contestar antes de plantar su pata sobre la zona afectada. Presionó casi en la punta, lejos de la zona inmediatamente herida, pero lo suficientemente cerca para que pudiera sentir algo.
Pluma de Miel era una gata muy cuidadosa con sus pacientes, pero en una revisión no podía perdonar ni una sola.
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"No me confío pero tampoco es que vaya a volver a ver un perro aquí en el bosque... O sí?" Pensó Eclipsa a lo que había dicho Pluma de Miel. A partir de ahora viviría en el bosque con el Clan, si todo salía bien sería una guerrera del Clan del trueno, jamás volvería al poblado de los dos patas de nuevo, aún le costaba un poco creerlo, pero el futuro se veía un poco más prometedor. Tal vez algún día sería incluso lo suficientemente fuerte como para salir en busca de su familia.
Aún así la próxima vez no la tomarían desprevenida. Luego asintió quedamente, cuando la curandera le preguntó sobre la herida, antes de que pudiera responderle le posó la pata sobre la cola... Sorprendente no le dolía, al menos donde había tocado, ni siquiera sentía nada, eso... No era buena señal no?
Es de hace unos días... N-no siento nada en realidad... Solo me duele un poco cerca del medio, más pegado a la base, pero solo cuando muevo mucho la cola... Ocurre algo?
Aún así la próxima vez no la tomarían desprevenida. Luego asintió quedamente, cuando la curandera le preguntó sobre la herida, antes de que pudiera responderle le posó la pata sobre la cola... Sorprendente no le dolía, al menos donde había tocado, ni siquiera sentía nada, eso... No era buena señal no?
Es de hace unos días... N-no siento nada en realidad... Solo me duele un poco cerca del medio, más pegado a la base, pero solo cuando muevo mucho la cola... Ocurre algo?
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Si bien aquella había sido una reacción bastante consecuente, no era la que la curandera atigrada había estado buscando. Trató de palpar por la zona, intentando obtener un brinco de dolor o, mínimamente, una cara malhumorada.
Pero no hubo nada. Ni siquiera un pestañeo fuera de lo normal.
Pluma de Miel retiró la pata con tranquilidad, se levantó del sitio, y volvió a tomar la cola de caballo entre sus dientes antes de dar media vuelta hacia su almacén de remedios naturales. Dejó su carga donde no correspondía, que para eso ya tendría tiempo después. En esos momentos, su interés estaba en tomar justamente un par de semillas de amapola entre sus dientes, con cuidado de no romperlas, y llevarlas directamente a las patas delanteras de Eclipsa.
—…—inspiró—. La verdad es que no puedo hacer nada para salvarla.
Si ya no sentía nada, de poco serviría intentar curarla.
Daba igual si la infección (y ya por obra del Clan Estelar) no se hubiera extendido ya hasta el hueso; porque, aunque consiguiera librarse de ella, el daño estaba hecho. Claro que podría existir la posibilidad de que reanimara, pero, ¿merecía arriesgar lo que le quedaba de cola por una esperanza?
—Si no se cura, la infección podría matarte. Y si se cura, lo único que será, es un incordio para ti. Y si quieres que Estrella Rota te acepte en el clan, vas a necesitar ser mucho más que eso—suspiró, bajando su mirada a las semillitas oscura—. Lo mejor que podemos hacer es cortarla por debajo de la infección, y ver cómo está ahí. Sería muuuy rápido, llamo a algún guerrero que tenga los dientes más largos que yo, y lo hace en un momento.
Seguramente podría colocar la cola de la joven entre sus fauces y dar un buen mordisco, pero sabía que no lograría arrancarla de una. Necesitaba a alguien más grande que ella, y con unos dientes lo suficientemente afilados para hacer el corte lo más rápido posible.
—Pero de verdad te lo digo, va a ser lo mejor. Y si te tomas esto ahora, a lo mejor ni lo sientes —ofreció el consuelo de las semillas de amapola, acercándoselas un poquito más.
Dos era ya una dosis importante para una gata de su edad, especialmente si no había tomado ninguna antes y su cuerpo no se había hecho a ellas. No podía asegurarla que quedaría dormida, pero estaba segura de que, por hacer, algo haría.
Pero no hubo nada. Ni siquiera un pestañeo fuera de lo normal.
Pluma de Miel retiró la pata con tranquilidad, se levantó del sitio, y volvió a tomar la cola de caballo entre sus dientes antes de dar media vuelta hacia su almacén de remedios naturales. Dejó su carga donde no correspondía, que para eso ya tendría tiempo después. En esos momentos, su interés estaba en tomar justamente un par de semillas de amapola entre sus dientes, con cuidado de no romperlas, y llevarlas directamente a las patas delanteras de Eclipsa.
—…—inspiró—. La verdad es que no puedo hacer nada para salvarla.
Si ya no sentía nada, de poco serviría intentar curarla.
Daba igual si la infección (y ya por obra del Clan Estelar) no se hubiera extendido ya hasta el hueso; porque, aunque consiguiera librarse de ella, el daño estaba hecho. Claro que podría existir la posibilidad de que reanimara, pero, ¿merecía arriesgar lo que le quedaba de cola por una esperanza?
—Si no se cura, la infección podría matarte. Y si se cura, lo único que será, es un incordio para ti. Y si quieres que Estrella Rota te acepte en el clan, vas a necesitar ser mucho más que eso—suspiró, bajando su mirada a las semillitas oscura—. Lo mejor que podemos hacer es cortarla por debajo de la infección, y ver cómo está ahí. Sería muuuy rápido, llamo a algún guerrero que tenga los dientes más largos que yo, y lo hace en un momento.
Seguramente podría colocar la cola de la joven entre sus fauces y dar un buen mordisco, pero sabía que no lograría arrancarla de una. Necesitaba a alguien más grande que ella, y con unos dientes lo suficientemente afilados para hacer el corte lo más rápido posible.
—Pero de verdad te lo digo, va a ser lo mejor. Y si te tomas esto ahora, a lo mejor ni lo sientes —ofreció el consuelo de las semillas de amapola, acercándoselas un poquito más.
Dos era ya una dosis importante para una gata de su edad, especialmente si no había tomado ninguna antes y su cuerpo no se había hecho a ellas. No podía asegurarla que quedaría dormida, pero estaba segura de que, por hacer, algo haría.
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A la cachorra se le abrieron los ojos como platos al escuchar las palabras de Pluma de Miel... Que no podía salvarla? Agachó la cabeza mirando fijamente a sus patas delanteras, en dónde estaban aquellas pequeñas semillas negras que nunca había visto, inclinando las orejas para escuchar lo siguiente que dijo la curandera, intentando procesarlo.
Le daba algo de miedo, probablemente dolería mucho, incluso si se comía aquellas semillas aún así nada le garantizaba que mitigaran el dolor.... Además... perder su cola? Se vería ridícula solo con un pequeño muñón como cola, y le costaría un poco adaptarse a no tenerla, no le gustaba para nada la idea de ser aún más diferente de lo que ya era del resto de gatos de clan, arrepentimiento y miedo surgían de lo profundo de su mente, si la hubieran encontrado antes, si no se hubiera perdido tanto en ese territorio, o si hubiera reaccionado más rápido en la pelea con el perro, tal vez todo esto se podría haber evitado....Pero ahora, parecía que no había otra salida.
...Um... Está bien... H-hagámoslo así... Pareces saber mucho de estás cosas así que voy a confiar en ti...Estas semillas... que son exactamente? Nunca las había visto habían muchas cosas que nunca había visto o experimentado en realidad, y por eso le ocasionaba cierta curiosidad, a pesar de la situación en la que se hallaba. Las olisqueó dubitativa y luego les dió un lametón y se las tragó, esperaba que de verdad le hicieran algún efecto.
Le daba algo de miedo, probablemente dolería mucho, incluso si se comía aquellas semillas aún así nada le garantizaba que mitigaran el dolor.... Además... perder su cola? Se vería ridícula solo con un pequeño muñón como cola, y le costaría un poco adaptarse a no tenerla, no le gustaba para nada la idea de ser aún más diferente de lo que ya era del resto de gatos de clan, arrepentimiento y miedo surgían de lo profundo de su mente, si la hubieran encontrado antes, si no se hubiera perdido tanto en ese territorio, o si hubiera reaccionado más rápido en la pelea con el perro, tal vez todo esto se podría haber evitado....Pero ahora, parecía que no había otra salida.
...Um... Está bien... H-hagámoslo así... Pareces saber mucho de estás cosas así que voy a confiar en ti...Estas semillas... que son exactamente? Nunca las había visto habían muchas cosas que nunca había visto o experimentado en realidad, y por eso le ocasionaba cierta curiosidad, a pesar de la situación en la que se hallaba. Las olisqueó dubitativa y luego les dió un lametón y se las tragó, esperaba que de verdad le hicieran algún efecto.
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Para alguien como ella, que a lo más tenía que subirse a la copa de un árbol para observar mejor el relieve del bosque, perder la cola no supondría un daño tan catastrófico. Pero para alguien como aquella cachorra, que venía con intención de convertirse en guerrera, quedarse sin ella le haría mayor trastorno; aunque no le quedaría otra que acostumbrarse.
Pues, ahora que la joven le había dado el visto bueno, ya no había espacio para recular en su decisión.
—Son semillas de amapola —contestó, vigilando que las tragase, por su propio bien—. Ayudan a dormir, pero también mitigan el dolor. Suelo dárselas a gatos que ya tienen la herida hecha… Pero te va a convenir estar lo más dormida posible en el proceso.
Un buen mordisco le quitaría el sueño a cualquiera, pero la curandera esperaba que fuera menos consciente si sus sentidos estaban entumecidos por los efectos de las semillas.
Dejó su mirada melada reposar de nuevo en la cola ajena, quizás analizando cómo iba a hacerlo. Era una lástima que la herida estuviera tanto en el medio, pues de otra forma se hubiera podido ahorrar las dificultades.
—Mientras que las semillas hacen efecto, voy a salir a por alguien que me ayude. Se toman su dulce tiempo, así que tú quédate tumbada y relájate… en la medida de lo posible—añadió, mordiéndose la lengua—. No tardo. Si necesitas algo, dame una voz, que voy a estar a la entrada —estuvo a punto de dar media vuelta y alejarse, antes de que un pensamiento fugaz cruzase su mente—. Por cierto, mi nombre es Pluma de Miel, que no sé si lo he dicho. El gato de antes es Estrella Rota y… ¿y tú cómo te llamas? Me suena que nos lo dijiste, pero ahora no caigo —porque, con la tardecita que llevaban, no le extrañaría para nada haberse olvidado del detalle.
Pues, ahora que la joven le había dado el visto bueno, ya no había espacio para recular en su decisión.
—Son semillas de amapola —contestó, vigilando que las tragase, por su propio bien—. Ayudan a dormir, pero también mitigan el dolor. Suelo dárselas a gatos que ya tienen la herida hecha… Pero te va a convenir estar lo más dormida posible en el proceso.
Un buen mordisco le quitaría el sueño a cualquiera, pero la curandera esperaba que fuera menos consciente si sus sentidos estaban entumecidos por los efectos de las semillas.
Dejó su mirada melada reposar de nuevo en la cola ajena, quizás analizando cómo iba a hacerlo. Era una lástima que la herida estuviera tanto en el medio, pues de otra forma se hubiera podido ahorrar las dificultades.
—Mientras que las semillas hacen efecto, voy a salir a por alguien que me ayude. Se toman su dulce tiempo, así que tú quédate tumbada y relájate… en la medida de lo posible—añadió, mordiéndose la lengua—. No tardo. Si necesitas algo, dame una voz, que voy a estar a la entrada —estuvo a punto de dar media vuelta y alejarse, antes de que un pensamiento fugaz cruzase su mente—. Por cierto, mi nombre es Pluma de Miel, que no sé si lo he dicho. El gato de antes es Estrella Rota y… ¿y tú cómo te llamas? Me suena que nos lo dijiste, pero ahora no caigo —porque, con la tardecita que llevaban, no le extrañaría para nada haberse olvidado del detalle.
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La cachorra agitó las orejas con curiosidad ante la explicación de la gata mayor, le parecía bastante curioso que los gatos salvaj... De clan, se corrigió mentalmente, tuvieran un sistema tan avanzado de medicina. Era muy diferente a vivir con los dos patas, pero le gustaba esa independencia que tenían. Le interesaba bastante el trabajo de Pluma de Miel, se imaginaba que seguramente todo el tiempo pasaba ocupada atendiendo heridas o malestares, sin duda era un trabajo muy importante.
Al recibir más instrucciones de la mayor comenzó a acomodarse más en el lecho, amasando el musgo y dió un par de vueltas y se echó. Luego antes de marcharse la gata se volteó hacia ella y le preguntó su nombre, presentándose también, aunque Eclipsa ya los recordaba de antes no la contradijo por respeto y gratitud:
Me llamo Eclipsa... O bueno, así me llamaban los dos patas, probablemente necesite un nuevo nombre que encaje más con los de Clan no? Jaja... Por cierto, gracias por todo, si no hubieras intervenido antes tal vez ya no existiría... De verdad te lo agradezco, y por traerme aquí y curarme.
La pequeña y delgada minina guiñó afectuosamente y dejó salir un leve ronroneo, sintiéndose más relajada descansó su cabeza sobre las patas delanteras y cerró los ojos. Ya estaba en casa
Al recibir más instrucciones de la mayor comenzó a acomodarse más en el lecho, amasando el musgo y dió un par de vueltas y se echó. Luego antes de marcharse la gata se volteó hacia ella y le preguntó su nombre, presentándose también, aunque Eclipsa ya los recordaba de antes no la contradijo por respeto y gratitud:
Me llamo Eclipsa... O bueno, así me llamaban los dos patas, probablemente necesite un nuevo nombre que encaje más con los de Clan no? Jaja... Por cierto, gracias por todo, si no hubieras intervenido antes tal vez ya no existiría... De verdad te lo agradezco, y por traerme aquí y curarme.
La pequeña y delgada minina guiñó afectuosamente y dejó salir un leve ronroneo, sintiéndose más relajada descansó su cabeza sobre las patas delanteras y cerró los ojos. Ya estaba en casa
Pluma de Miel
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Eclipsa… Pues no sonaba mucho a nombre de clan. En eso había acertado, y se lo dejó saber con un suave movimiento afirmativo de su cabeza.
Seguramente le dejarían que se lo quedase hasta su nombramiento. Eso, o a Estrella Rota le podía dar el venazo de cambiárselo completamente en cuanto le informase de que tenía oportunidades de sobrevivir. Aunque, si no recordaba mal, había dicho algo de dársela como “regalo” a Cola Floral… Así que confiaba en que, si se lo iban a cambiar, saldrían con un nombre decente para ella.
—Bah, no me lo agradezcas. Es mi deber como curandera —asintió con una pequeña sonrisa. Aquello era lo que decían las enseñanzas de curandero, pero era cierto que la extensión del tratado había sido un poco cosa suya a la hora de definirlo para una cachorra desconocida en mitad de su territorio—. Ya tendrás tiempo de agradecérmelo cuando te recuperes, que eso sí será mérito mío. Venga, voy a ver si engancho a alguien.
Con eso, la atigrada por fin se dirigió a la salida de la guarida, cruzando el túnel de helechos que la conectaba al exterior.
Sin embargo, no necesitó irse muy lejos a buscar un ayudante, pues ya la estaba esperando algunos gatos que se habían acercado a curiosear lo ocurrido. Desde el interior de la guarida, se podían escuchar los murmullos de la conversación entre la curandera y varias voces más, de las que sobresalía algún que otro gruñido de protesta. Aunque, fuera lo que fuera la causa de aquellos arranques, no tuvo que llegar a mucho, pues pronto las voces se acallaron abruptamente y fueron remplazadas por el rascar de los helechos contra no uno, sino ahora dos cuerpos que se adentraban a la guarida.
Primero reapareció Pluma de Miel, como era de esperar; pero, detrás, un gato un poco más alto y mucho más ancho que ella asomó la cabeza antes de cojear tras ella.
—Eclipsa, este es Diente de Campañol. Se tiene que quedar aquí para que le vuelva a revisar más tarde, así que va a ser él quien me ayude contigo —presentó a su acompañante acanelado.
Este hizo una breve reverencia con la cabeza, con cuidado de no perder el equilibrio al bajarla, pues tenía una pata en la que no podía apoyar peso. La gata, por su parte, dejó que se conocieran ellos solitos mientras que ella se acercaba a su almacén de hierbas y empezaba a sacar todo lo que iba a necesitar para realizar el corte.
—Muy curioso tu pelaje, mola mucho —comentó el macho con tranquilidad, al ver que su prima ya estaba centrada a lo suyo.
Seguramente le dejarían que se lo quedase hasta su nombramiento. Eso, o a Estrella Rota le podía dar el venazo de cambiárselo completamente en cuanto le informase de que tenía oportunidades de sobrevivir. Aunque, si no recordaba mal, había dicho algo de dársela como “regalo” a Cola Floral… Así que confiaba en que, si se lo iban a cambiar, saldrían con un nombre decente para ella.
—Bah, no me lo agradezcas. Es mi deber como curandera —asintió con una pequeña sonrisa. Aquello era lo que decían las enseñanzas de curandero, pero era cierto que la extensión del tratado había sido un poco cosa suya a la hora de definirlo para una cachorra desconocida en mitad de su territorio—. Ya tendrás tiempo de agradecérmelo cuando te recuperes, que eso sí será mérito mío. Venga, voy a ver si engancho a alguien.
Con eso, la atigrada por fin se dirigió a la salida de la guarida, cruzando el túnel de helechos que la conectaba al exterior.
Sin embargo, no necesitó irse muy lejos a buscar un ayudante, pues ya la estaba esperando algunos gatos que se habían acercado a curiosear lo ocurrido. Desde el interior de la guarida, se podían escuchar los murmullos de la conversación entre la curandera y varias voces más, de las que sobresalía algún que otro gruñido de protesta. Aunque, fuera lo que fuera la causa de aquellos arranques, no tuvo que llegar a mucho, pues pronto las voces se acallaron abruptamente y fueron remplazadas por el rascar de los helechos contra no uno, sino ahora dos cuerpos que se adentraban a la guarida.
Primero reapareció Pluma de Miel, como era de esperar; pero, detrás, un gato un poco más alto y mucho más ancho que ella asomó la cabeza antes de cojear tras ella.
—Eclipsa, este es Diente de Campañol. Se tiene que quedar aquí para que le vuelva a revisar más tarde, así que va a ser él quien me ayude contigo —presentó a su acompañante acanelado.
Este hizo una breve reverencia con la cabeza, con cuidado de no perder el equilibrio al bajarla, pues tenía una pata en la que no podía apoyar peso. La gata, por su parte, dejó que se conocieran ellos solitos mientras que ella se acercaba a su almacén de hierbas y empezaba a sacar todo lo que iba a necesitar para realizar el corte.
—Muy curioso tu pelaje, mola mucho —comentó el macho con tranquilidad, al ver que su prima ya estaba centrada a lo suyo.
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La pequeña Eclipsa había cerrado los ojos por unos instantes y se había quedado medio dormida, hasta que escuchó volver a la curandera junto a otro gato, también de pelo cremoso como el de ella, de hecho se parecían un poco entre si, tal vez y eran familia... Hermanos o algo así? Estaba un poco aturdida por el cansancio repentino que se le venía encima, por lo que solo asintió cortésmente ante la presentación que hizo la curandera, para luego verla desaparecer hacia donde almacenaba las hierbas. Tragó saliva fuertemente, comenzaba a sentir una punzada de ansiedad y miedo ahora que se acercaba más el momento, Pluma de Miel consiguió ayuda demasiado rápido y a ella aún no le terminaba de hacer efecto las semillas de amapola. Escuchó de pronto el cumplido de Diente de campañol, que había quedado junto a ella esperando a la curandera. A Eclipsa le sorprendió tanto que abrió los ojos como platos, sobresaltada y avergonzada, normalmente su pelaje les parecía algo raro y diferente, no necesariamente bueno, pero menos a la mayoría de gatos, pero al guerrero le parecía que molaba... Eso era nuevo, no sabía cómo reaccionar y menos viniendo de un gato de clan, se sintió un poco feliz y aceptada, tal vez no todos los gatos del clan eran tan hostiles y violentos como Estrella Rota, que pues... Era un bruto.
Gr-gracias... Ehm... Tu pelaje también mola mucho! respondió sin saber muy bien que se suponía debía decir, y pues no era una mentira, el guerrero tenia un pelaje frondoso y esponjoso, de un colore meloso muy bonito, y sobre todo se veia como un gato normal, no como ella que parecia que hubieran cortado por la mitad a dos gatas y las pegaran... Y ahora para añadir no tendría cola... O bueno, no una entera...
Gr-gracias... Ehm... Tu pelaje también mola mucho! respondió sin saber muy bien que se suponía debía decir, y pues no era una mentira, el guerrero tenia un pelaje frondoso y esponjoso, de un colore meloso muy bonito, y sobre todo se veia como un gato normal, no como ella que parecia que hubieran cortado por la mitad a dos gatas y las pegaran... Y ahora para añadir no tendría cola... O bueno, no una entera...
Pluma de Miel
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El guerrero esbozó una amplia sonrisa, encantado con el intento de la joven de devolver el cumplido.
—¿Sabes? Mis cachorros son más o menos de tu edad. Si Estrella Rota te nombra aprendiza, quizás pueda-
—Diente de Campañol. Vete a aclararte la boca al charco, anda.
Pluma de Miel lo vio hacer una pausa y luego dar un tímido gesto afirmativo con la cabeza antes de levantarse a limpiarse los dientes. Honestamente no creía que necesitara más cuidado, pues sabía que el macho cuidaba bien de sus filos cazadores, pero quería asegurarse que no le quedaran rastros de su última comida. Todo fuera para evitar la infección.
Mientras tanto, ella se acercó de vuelta a Eclipsa, y dejó ante sus patas delanteras un palo grueso. Tenía pequeños agujeros en uno de sus extremos y por el otro parecía que había sido arrancado de cuajo.
—Cuando una reina va a dar a luz le doy un palo para que no se haga daño en la lengua y pueda hacer fuerza —explicó, su mirada fija en el trozo de madera—. Ese palo ya lo han maltratado bien, pero podrá servir una última vez para ti. Cuando sientas relajada, muérdelo, y Diente de Campañol y yo nos pondremos a trabajar, ¿vale?
Dicho eso, la hembra gesticuló a su acompañante para que se fuera posicionando, viendo que ya había terminado con su limpieza. Dio media vuelta, atrapando con sus dientes las plantas que había dejado preparadas y llevándolas al lecho de la cachorra para tenerlas a mano.
La atigrada no parecía tener ninguna prisa, buscando todo lo que necesitaba y quedándolo cerca para cuando lo necesitase. Casi daba la impresión de que no le preocupaba la intervención, pues sólo podría notar su nerviosismo aquel que tuviera el ojo de contar cuántas veces daba vueltas al mismo sitio, o las veces que su oreja daba una sutil sacudida.
—¿Sabes? Mis cachorros son más o menos de tu edad. Si Estrella Rota te nombra aprendiza, quizás pueda-
—Diente de Campañol. Vete a aclararte la boca al charco, anda.
Pluma de Miel lo vio hacer una pausa y luego dar un tímido gesto afirmativo con la cabeza antes de levantarse a limpiarse los dientes. Honestamente no creía que necesitara más cuidado, pues sabía que el macho cuidaba bien de sus filos cazadores, pero quería asegurarse que no le quedaran rastros de su última comida. Todo fuera para evitar la infección.
Mientras tanto, ella se acercó de vuelta a Eclipsa, y dejó ante sus patas delanteras un palo grueso. Tenía pequeños agujeros en uno de sus extremos y por el otro parecía que había sido arrancado de cuajo.
—Cuando una reina va a dar a luz le doy un palo para que no se haga daño en la lengua y pueda hacer fuerza —explicó, su mirada fija en el trozo de madera—. Ese palo ya lo han maltratado bien, pero podrá servir una última vez para ti. Cuando sientas relajada, muérdelo, y Diente de Campañol y yo nos pondremos a trabajar, ¿vale?
Dicho eso, la hembra gesticuló a su acompañante para que se fuera posicionando, viendo que ya había terminado con su limpieza. Dio media vuelta, atrapando con sus dientes las plantas que había dejado preparadas y llevándolas al lecho de la cachorra para tenerlas a mano.
La atigrada no parecía tener ninguna prisa, buscando todo lo que necesitaba y quedándolo cerca para cuando lo necesitase. Casi daba la impresión de que no le preocupaba la intervención, pues sólo podría notar su nerviosismo aquel que tuviera el ojo de contar cuántas veces daba vueltas al mismo sitio, o las veces que su oreja daba una sutil sacudida.
Última edición por Pluma de Miel el Lun Jul 22, 2024 10:30 am, editado 1 vez
Zarpa Quebrada
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Quizás pueda...? Que iba a decir el guerrero? No pudo terminar de escucharlo gracias a que Pluma de Miel volvió y lo mandó a lavarse.... Le causaba cierta intriga pero tendría que preguntarle después. Observó con atención el palo que depositó la curandera a sus patas, mientras le explicaba para que era... Ay... Que consuelo, las marcas de dientes y colmillos hundidos en la madera de todas las víctim... Pacientes y reinas que utilizaron este palo con anterioridad... Era notable el dolor por el que debían haber pasado, y ahora le tocaba a ella también. Tragó fuertemente, su garganta se sentía seca .... Relajada? No, para nada.... Lista? No lo estaba, vamos, quien estaría listo y dispuesto a que le arrancaran la cola? Pero nada se podía hacer ya, muy tarde para echarse atrás, seguramente también esto era una especie de prueba para ver qué tan determinada estaba a ser una guerrera, o si era apta para la vida de un gato de clan. De cualquier forma quería demostrar su valía, así que respiró hondo y cerró los ojos, sosteniendo el palo entre sus fauces, intentó relajarse pensando en cosas bonitas.... En qué podía pensar? Intentó recordar sus tiempos de cachorra .... Aún más cachorra que ahora, cuando vivía con su madre y hermanos, ese corto tiempo que fue el más feliz que había tenido hasta ahora, la calidez de su familia... Ojalá estuviera con ellos, ojalá tuviera alguna pista, pero algo le decía que estaba demasiado lejos de su hogar, y que jamás lo volvería a encontrar.
Pluma de Miel
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Tal y como había prometido, la curandera esperó pacientemente a que la pequeña hincara los dientes en el palo; no sólo eso, sino que le dio unos minutillos más hasta que la vio un poco más segura… Un poco, porque entendía que nadie podría relajarse por completo en su situación.
Sacudió su cabeza con suavidad, levantando la mirada hacia su familiar, al que le hizo un breve gesto de afirmación con la cabeza. Mientras que el macho se agazapaba lentamente, ella se acercó con pasos silenciosos a Eclipsa, sus ojos puestos en su asistente. El guerrero acercó la cabeza a la herida y tragó saliva con una mueca disgustada, pues no se libraría del marrón de tener que morder un trozo de la infección. Pero todo fuera por la juventud, ¿no?
Sus fauces se abrieron, blandiendo aquellos afilados incisivos, perfectamente capaces de atravesar la fina carne de una cachorra. Deslizó su mandíbula por debajo de la cola, tomando como medida las vagas explicaciones que la curandera le había dado antes de entrar; y, sin darle un segundo para sentir miedo, Diente de Campañol cerró su boca con todas sus fuerzas, sintiendo el sabor metálico en su boca.
Al mismo tiempo que el guerrero atrapó la cola de Eclipsa, Pluma de Miel brincó sobre ella, apoyando su peso sobre el costado de la menor para que se moviese lo menos posible durante el proceso.
—¡Vamos, vamos! —apremió—, esas muelas, ¡rompe el hueso y tira!
Un gruñido ronco vibró en la garganta del gato, que estaba buscando el punto justo para-…
Crack.
Más que escucharlo, sintió el crujido en forma de una punzaba en la zona sensible de sus dientes. Casi de inmediato, apretó bien con sólo uno de los lados de su boca, aquel que daba al lado sano de la cola de la joven, y tiró... Llevándose el trozo enfermo de la cola consigo.
Sacudió su cabeza con suavidad, levantando la mirada hacia su familiar, al que le hizo un breve gesto de afirmación con la cabeza. Mientras que el macho se agazapaba lentamente, ella se acercó con pasos silenciosos a Eclipsa, sus ojos puestos en su asistente. El guerrero acercó la cabeza a la herida y tragó saliva con una mueca disgustada, pues no se libraría del marrón de tener que morder un trozo de la infección. Pero todo fuera por la juventud, ¿no?
Sus fauces se abrieron, blandiendo aquellos afilados incisivos, perfectamente capaces de atravesar la fina carne de una cachorra. Deslizó su mandíbula por debajo de la cola, tomando como medida las vagas explicaciones que la curandera le había dado antes de entrar; y, sin darle un segundo para sentir miedo, Diente de Campañol cerró su boca con todas sus fuerzas, sintiendo el sabor metálico en su boca.
Al mismo tiempo que el guerrero atrapó la cola de Eclipsa, Pluma de Miel brincó sobre ella, apoyando su peso sobre el costado de la menor para que se moviese lo menos posible durante el proceso.
—¡Vamos, vamos! —apremió—, esas muelas, ¡rompe el hueso y tira!
Un gruñido ronco vibró en la garganta del gato, que estaba buscando el punto justo para-…
Crack.
Más que escucharlo, sintió el crujido en forma de una punzaba en la zona sensible de sus dientes. Casi de inmediato, apretó bien con sólo uno de los lados de su boca, aquel que daba al lado sano de la cola de la joven, y tiró... Llevándose el trozo enfermo de la cola consigo.
Zarpa Quebrada
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La cachorra temerosa al dolor incluso antes de que le cortaran la cola ya estaba mordiendo con ahínco el palo, y cerrando sus ojos con fuerza, aún así escuchaba los pasos y movimientos de los gatos alrededor suyo, así como también sintió el roce de la boca de Diente de campañol. Unos instantes después, Zas! Su mandíbula se cerró sobre la cola de la cachorra. Eclipsa al principio no sintió nada, luego dolor, cada segundo más agudo e insoportable, en la punta de su cola... La punta? Bueno, el medio en realidad, pero hacía ya varias noches que no sentía para nada el resto de la cola y esa "punta" era lo más extremo en dónde lograba moverla o sentir.
Sentía como si estuviera su cola en llamas, aunque nunca se la había quemado, pero si metió una pata en fuego de los dos patas sin querer una vez, le estuvo doliendo por media luna si no es que más. Se sentía similar, peor incluso, quería gritar, correr, retorcerse, huir, pero no podía, la sostenían fuertemente Pluma de Miel, y el guerrero daba tirones y mordiscos a la parte muerta de su cola para arrancarla completamente. De pronto escuchó el crujido, eso... Había sonado como hueso definitivamente, ya estaba, se había roto, sintió algo desprenderse y luego una suave brisa le rozaba la nueva punta de su ahora corta cola, la sorpresa la dejó perpleja por unos segundos, tanto que olvidó el dolor, para luego sentir esas punzadas y ardor de nuevo en la cola, dolía, y mucho, las semillas de amapola no habían hecho tanto efecto como creyó, aunque no se sentía tan terrible como pensó que sería, pero cada vez le iba doliendo menos, o eso pensaba, como si si cola se sintiera aliviada de no cargar con ese peso. Su respiración fue bajando poco a poco de lo agitada que estaba, y sus pupilas aún seguían enormes, que asemejaban una noche estrellada de lo brillosas y negras. Ya todo había terminado, suspiró y se dejó caer por un rato de costado, agotada, el hambre y el cansancio sumado al dolor, y al alivio de que todo hubiera ya pasado, Eclipsa no podía ni hablar, se quedó inconsciente, rendida al sueño, el palo aún en su boca incluso.
Sentía como si estuviera su cola en llamas, aunque nunca se la había quemado, pero si metió una pata en fuego de los dos patas sin querer una vez, le estuvo doliendo por media luna si no es que más. Se sentía similar, peor incluso, quería gritar, correr, retorcerse, huir, pero no podía, la sostenían fuertemente Pluma de Miel, y el guerrero daba tirones y mordiscos a la parte muerta de su cola para arrancarla completamente. De pronto escuchó el crujido, eso... Había sonado como hueso definitivamente, ya estaba, se había roto, sintió algo desprenderse y luego una suave brisa le rozaba la nueva punta de su ahora corta cola, la sorpresa la dejó perpleja por unos segundos, tanto que olvidó el dolor, para luego sentir esas punzadas y ardor de nuevo en la cola, dolía, y mucho, las semillas de amapola no habían hecho tanto efecto como creyó, aunque no se sentía tan terrible como pensó que sería, pero cada vez le iba doliendo menos, o eso pensaba, como si si cola se sintiera aliviada de no cargar con ese peso. Su respiración fue bajando poco a poco de lo agitada que estaba, y sus pupilas aún seguían enormes, que asemejaban una noche estrellada de lo brillosas y negras. Ya todo había terminado, suspiró y se dejó caer por un rato de costado, agotada, el hambre y el cansancio sumado al dolor, y al alivio de que todo hubiera ya pasado, Eclipsa no podía ni hablar, se quedó inconsciente, rendida al sueño, el palo aún en su boca incluso.
Pluma de Miel
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—¡Eugh!
Ya tendría tiempo de sentirse mal por hacerlo más tarde, pero nada más arrancó la cola de la joven, Diente de Campañol sólo alcanzó a retroceder un par de pasos en esta en la boca antes de dejarla caer al suelo.
—Uahhg- Mi boca- ¡Mi-! —no pudo decir nada más antes de que le diese una arcada por el horrendo olor que se le había quedado en la boca. Una mezcla de sangre y suciedad, peor que cualquier cosa que había olido nunca.
—¡No te limpies en el charco, eh! Te vas a los lechos esos que están limpios y te limpias masticando esos —advirtió la curandera, que nada más notó cómo el cuerpo de la pequeña había empezado a relajarse, se había incorporado para ponerse patas a la obra.
Mientras que el guerrero melado se lamentaba a unas colas de distancia de las dos, Pluma de Miel se apresuró a agarrar el palo envuelto en telarañas que siempre tenía preparado para ocasiones como esta. Lo dejó al lado de lo que quedaba de cola de la joven, con cuidado dejarlo siempre apoyado por el mismo sitio para que no se estropease más de la cuenta.
Acercó su boca para aplanar el pelo que había alrededor del corte, al tiempo que enganchaba su zarpa en la maraña de telarañas y tiraba, tirando de los pegajosos hilos para acercarlos a la herida abierta. Tuvo cuidado de no chocar su pata contra la carne, pero una vez vio que la telaraña comenzaba a adherirse a ella, empezó a aplastarla con más esmero, formando una buena bola de telaraña sobre la herida.
Y una vez vio que no podía empujar más por encima, le dio unas pocas vueltas por donde había humedecido el pelaje.
—Uhhfh —también ignoró los resoplidos de su “ayudante”, que ya parecía haberse quedado a gusto con su limpieza, dentro de lo que cabía—. Oye… No es por alarmarte ni nada, pero creo que se ha quedado inconscie-
—Pásame las hojas que tengo ahí —interrumpió las preocupaciones del mayor con el ceño fruncido, tratando de centrarse en lo que estaba haciendo, y no en comprobar si lo que decía era o no verdad.
Es decir… Raro sería que no se desmayase después de semejante intervención, pero quedar inconsciente también traía riesgos de los que no podía estar pensando en esos momentos, si es que quería presionar bien las telarañas para que frenaran el sangrado.
Por suerte, Diente de Campañol no insistió demasiado, ofreciéndole las alargadas hojas que tomó de inmediato, usándolas como envoltorio de seguridad para el montoncito de telaraña que había aplicado.
De haber sido un poco más arriba, quizás no habría necesitado tanto cuidado. Pero como habían tenido que hacer el corte, la atigrada aproximó que tendría que cambiar las telarañas una o dos veces más antes de siquiera pensar en pasar a la siguiente fase de tratamiento.
En cuanto dejase de sangrar, le aplicaría un buen mejunje de caléndula y vara de oro, y rezaría al Clan Estelar para que no resurgiese la infección. Pero, de momento, lo único que podía hacer era esperar.
Notó la presencia del guerrero a sus espaldas, acomodándose en su sitio, quizás para acompañarla en su espera.
Sólo entonces se permitió subir la mirada al rostro de la cachorra; ese extraño rostro, que daba la impresión de que dos gatos se habían chocado tan fuerte que se habían fusionado en uno sólo. Era ciertamente especial, aún más considerando que se la habían encontrado en plena misión estelar.
La excusa de que su presencia era obra divina no había estado muy lejos de ser un farol para que Estrella Rota no le hundiese los dientes en la garganta, pero viendo lo extravagante que era todo (la gata y la situación), Pluma de Miel sentía el aleteo de la esperanza en su pecho. Una señal del Clan Estelar, cualquiera fuera su razón, siempre sería bienvenida.
Pues, a su debido tiempo, todo caería en su lugar correspondido.
Ya tendría tiempo de sentirse mal por hacerlo más tarde, pero nada más arrancó la cola de la joven, Diente de Campañol sólo alcanzó a retroceder un par de pasos en esta en la boca antes de dejarla caer al suelo.
—Uahhg- Mi boca- ¡Mi-! —no pudo decir nada más antes de que le diese una arcada por el horrendo olor que se le había quedado en la boca. Una mezcla de sangre y suciedad, peor que cualquier cosa que había olido nunca.
—¡No te limpies en el charco, eh! Te vas a los lechos esos que están limpios y te limpias masticando esos —advirtió la curandera, que nada más notó cómo el cuerpo de la pequeña había empezado a relajarse, se había incorporado para ponerse patas a la obra.
Mientras que el guerrero melado se lamentaba a unas colas de distancia de las dos, Pluma de Miel se apresuró a agarrar el palo envuelto en telarañas que siempre tenía preparado para ocasiones como esta. Lo dejó al lado de lo que quedaba de cola de la joven, con cuidado dejarlo siempre apoyado por el mismo sitio para que no se estropease más de la cuenta.
Acercó su boca para aplanar el pelo que había alrededor del corte, al tiempo que enganchaba su zarpa en la maraña de telarañas y tiraba, tirando de los pegajosos hilos para acercarlos a la herida abierta. Tuvo cuidado de no chocar su pata contra la carne, pero una vez vio que la telaraña comenzaba a adherirse a ella, empezó a aplastarla con más esmero, formando una buena bola de telaraña sobre la herida.
Y una vez vio que no podía empujar más por encima, le dio unas pocas vueltas por donde había humedecido el pelaje.
—Uhhfh —también ignoró los resoplidos de su “ayudante”, que ya parecía haberse quedado a gusto con su limpieza, dentro de lo que cabía—. Oye… No es por alarmarte ni nada, pero creo que se ha quedado inconscie-
—Pásame las hojas que tengo ahí —interrumpió las preocupaciones del mayor con el ceño fruncido, tratando de centrarse en lo que estaba haciendo, y no en comprobar si lo que decía era o no verdad.
Es decir… Raro sería que no se desmayase después de semejante intervención, pero quedar inconsciente también traía riesgos de los que no podía estar pensando en esos momentos, si es que quería presionar bien las telarañas para que frenaran el sangrado.
Por suerte, Diente de Campañol no insistió demasiado, ofreciéndole las alargadas hojas que tomó de inmediato, usándolas como envoltorio de seguridad para el montoncito de telaraña que había aplicado.
De haber sido un poco más arriba, quizás no habría necesitado tanto cuidado. Pero como habían tenido que hacer el corte, la atigrada aproximó que tendría que cambiar las telarañas una o dos veces más antes de siquiera pensar en pasar a la siguiente fase de tratamiento.
En cuanto dejase de sangrar, le aplicaría un buen mejunje de caléndula y vara de oro, y rezaría al Clan Estelar para que no resurgiese la infección. Pero, de momento, lo único que podía hacer era esperar.
Notó la presencia del guerrero a sus espaldas, acomodándose en su sitio, quizás para acompañarla en su espera.
Sólo entonces se permitió subir la mirada al rostro de la cachorra; ese extraño rostro, que daba la impresión de que dos gatos se habían chocado tan fuerte que se habían fusionado en uno sólo. Era ciertamente especial, aún más considerando que se la habían encontrado en plena misión estelar.
La excusa de que su presencia era obra divina no había estado muy lejos de ser un farol para que Estrella Rota no le hundiese los dientes en la garganta, pero viendo lo extravagante que era todo (la gata y la situación), Pluma de Miel sentía el aleteo de la esperanza en su pecho. Una señal del Clan Estelar, cualquiera fuera su razón, siempre sería bienvenida.
Pues, a su debido tiempo, todo caería en su lugar correspondido.