El líder del Clan del Río acababa de regresar de uno de sus paseos matutinos por el territorio, le agradaba tener un tiempo a solas cada tanto una vez terminados sus deberes del momento, en cuanto quedaba libre de patrullas o algún conflicto, disfrutaba de un tiempo a solas recorriendo el camino tan familiar que siempre hacía, evitando los charcos profundos o ríos que parecieran poco calmados. Se adentró al campamento dirigiéndose a la pila de presas, si bien no para comer, era más que costumbre tener en cuenta qué tan baja estaba pues tampoco se encontraban en los mejores momentos, su mente repasó sus soluciones obvias: si querían más debían cazar por montones o pronto la pila que tenía frente sus garras estaría vacía de la noche a la mañana y sin previo aviso.
Levantó la mirada curioso por quién llevar, le frustraba que ese día en particular las aguas parecían jugarle en contra, eran escurridizas y demasiado rápidas que resultaba un peligro para él adentrarse en ellas a cazar, aunque cualquier otro guerrero y hasta un aprendiz con suficiente experiencia podrían manejar las corrientes la herida del macho tricolor no le iba a hacer ningún favor fuese cual fuese la ocasión, si quería contribuir al creciente problema debía hacerlo en tierra firme y eso desalentaba su posibilidad de que algún guerrero quisiera acompañarlo en dicha tarea. Podía pedirle a cualquiera a ir en una patrulla de caza, sí, pero en cuanto llegaran al río él se vería inutilizado, no era una buena imagen para mostrar por más obvia que fuese y se rehusaba a parecer incapaz de proveer a su Clan. Se quedó mirando a la pila claramente frustrado de la falta de presas en ella, mientras se rascaba una de sus orejas en desespero por encontrar una solución a su peculiar problema. Detestaba ir por su cuenta en algo tan importante, si bien las caminatas estaban en su rango de agrado la presión que sentía en cuanto se trataba de una tarea tan seria como esta era considerable y simplemente no concordaban con su parecer, si podía evitarlo lo haría pero su cabeza estaba tan llena de pensamientos que no lograba recordar si algún gato pudiera –O, más bien, quisiera– ayudarlo, soltando un suspiro lento mezclado con un gruñido molesto, se dispuso a quedarse sentado mirando fijamente la pila como si esperara que algo en ella cambiase.