Estrella Rota estaba terminando de engullirse un ratón, se lo notaba algo nervioso por la asamblea de aquella noche. Estaba a punto de anunciar que sus hijas ya habían sido nombradas aprendices, además de su hija... adoptiva. Esa información no era algo que le interesaba compartir, en absoluto; el líder jamás la llamaría como tal, por mucho que Cola Floral la adorase, no era su sangre. Relamió la sangre fresca de su hocico hasta que estuviese limpia, y subió a la Peña Alta de un salto, lanzando un llamado para que todo su clan se reuniera bajo él. Seleccionó a los guerreros que le acompañarían, entre ellos, a su propia hija: Zarpa de Jazmín. La joven aprendiz tenía pasión por servir a su Clan, pero el líder mantendría un ojo en ella, ya que esa emoción podría volverse rápidamente en algo inapropiado.

El líder del Clan del Trueno dejó salir un aullido, y dirigió a los elegidos hacia los Cuatro Árboles. El gran gato amarronado no podía evitar pensar en el cambio de estación que se aproximaba, ahora que su clan tenía más aprendices, quizá la nueva estación no los golpearía más fuerte de lo que lo hacía usualmente, con la escasez de presas tan característica de las estaciones más frías. Estiró el cuello al cielo al llegar a los imponentes árboles ancestrales, y esperaba que el Clan Estelar les diese una señal para acabar pronto aquella reunión; Estrella Rota sentía algo de sueño tras organizar tantas patrullas y tantas ceremonias últimamente.
No necesitaba olfatear el aire para saber que eran los primeros en llegar: el lugar estaba tan silencioso y vacío que casi pareciera que se habían equivocado de día. El gran gato llegó a saltar hasta la rama del árbol más cercana, y se puso en posición para esperar a los demás clanes.