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Ambientación
Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C
Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.Se abren las inscripciones a los Altos Cargos
El Otoño ha llegado
¡Apertura! Sean bienvenidos
No hay nada nuevo por aquí
Zarpa de Lagartija
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La Estación de la Hoja Caída se hacía ver cada vez más, las hojas de los árboles desprendiéndose a la merced del aire mientras sus patas lo llevaban a lo largo del territorio, su mente se mantenía ocupaba en aquella gata del Río que no parecía desvanecerse de sus pensamientos. El aire fresco ocasionalmente lo sacaba de su trance, sacudido por los pequeños escalofríos a causa de las hojas que lograban caer sobre su pelaje, aún si no era de pelaje corto, había ciertas brisas que le recordaban que no era exactamente de pelaje largo tampoco.
Zarpa de Lagartija ya tenía edad para ser guerrero, sin embargo, el miedo que lo impulsa a ser escurridizo no se ha desvanecido, quizá por eso Estrella de Sauce no lo había nombrado o, una razón que creía más probable que la anterior, sería la misma que causa que numerosos aprendices lo veían con un tono de burla distinguido y los guerreros terminaban por resentir su actitud: era demasiado asustadizo para ser un guerrero. Sus únicas habilidades que podían resultar de utilidad al Clan de la Sombra era su afán de reaccionar antes de que pudieran tomar ventaja sobre él, no era el más rápido pero su mente no lo dejaría en paz ante cualquier posibilidad.
Había perdido noción de a dónde lo estaban guiando sus zarpas, fue una larga caminata que lo forzó a volver en sí al darse cuenta que ni siquiera había dado vuelta por un tiempo significativo, al alzar la mirada notó que estaba caminando justo a lo largo del río. ¡El río! ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿En serio había caminado tanto tiempo? Y más importante aún, ¡¿Cómo nadie siquiera le había advertido que había llegado tan lejos?! Rápidamente buscó un árbol cercano y lo trepó con agilidad, espantado ante su situación, no sabía siquiera cómo volver del mismo modo que nadie había interrumpido su caminar, dudaba de que siquiera podría salir sin algún tipo de castigo o reproche de la líder del Clan de la Sombra, aún si corría con todas sus fuerzas su ausencia ya habría sido notada… Si es que alguien no asumía que estaba escondido en algún lado, su reputación cobarde al menos cubría su desaparición.
Aún así, se quedó aferrado a la rama del árbol que había encontrado, las hojas ya no podían proporcionar un escondite favorable pero esperaba que su pelaje marrón pudiera confundirlo con una rama, y si era el caso, sería una rama bastante gruesa. Necesitaba pensar su próximo movimiento, su corazón punzante ardiendo en sus orejas, podía morir si alguien particularmente no se sentía de buenas ese día. El sonido de la corriente moviéndose ahogaban sus pensamientos del mismo modo que sus pensamientos ahogaban cualquier razonamiento lógico, haciéndolo respirar pesadamente mientras se encogía en su lugar, sus compañeros no lo dejarían olvidar el desdén que provoca cada movimiento erróneo de su parte, aún si parecía un guerrero la confianza mixta de su Clan lo retenía de actuar como uno.
Zarpa de Lagartija ya tenía edad para ser guerrero, sin embargo, el miedo que lo impulsa a ser escurridizo no se ha desvanecido, quizá por eso Estrella de Sauce no lo había nombrado o, una razón que creía más probable que la anterior, sería la misma que causa que numerosos aprendices lo veían con un tono de burla distinguido y los guerreros terminaban por resentir su actitud: era demasiado asustadizo para ser un guerrero. Sus únicas habilidades que podían resultar de utilidad al Clan de la Sombra era su afán de reaccionar antes de que pudieran tomar ventaja sobre él, no era el más rápido pero su mente no lo dejaría en paz ante cualquier posibilidad.
Había perdido noción de a dónde lo estaban guiando sus zarpas, fue una larga caminata que lo forzó a volver en sí al darse cuenta que ni siquiera había dado vuelta por un tiempo significativo, al alzar la mirada notó que estaba caminando justo a lo largo del río. ¡El río! ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿En serio había caminado tanto tiempo? Y más importante aún, ¡¿Cómo nadie siquiera le había advertido que había llegado tan lejos?! Rápidamente buscó un árbol cercano y lo trepó con agilidad, espantado ante su situación, no sabía siquiera cómo volver del mismo modo que nadie había interrumpido su caminar, dudaba de que siquiera podría salir sin algún tipo de castigo o reproche de la líder del Clan de la Sombra, aún si corría con todas sus fuerzas su ausencia ya habría sido notada… Si es que alguien no asumía que estaba escondido en algún lado, su reputación cobarde al menos cubría su desaparición.
Aún así, se quedó aferrado a la rama del árbol que había encontrado, las hojas ya no podían proporcionar un escondite favorable pero esperaba que su pelaje marrón pudiera confundirlo con una rama, y si era el caso, sería una rama bastante gruesa. Necesitaba pensar su próximo movimiento, su corazón punzante ardiendo en sus orejas, podía morir si alguien particularmente no se sentía de buenas ese día. El sonido de la corriente moviéndose ahogaban sus pensamientos del mismo modo que sus pensamientos ahogaban cualquier razonamiento lógico, haciéndolo respirar pesadamente mientras se encogía en su lugar, sus compañeros no lo dejarían olvidar el desdén que provoca cada movimiento erróneo de su parte, aún si parecía un guerrero la confianza mixta de su Clan lo retenía de actuar como uno.
Zarpa de Ortiga
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Narrador
Melena de Ortiga se encontraba de buen humor mientras salía del campamento acuático que era tan característico de su Clan. Nadando con facilidad entre las corrientes del río, su pelaje brillaba con la luz del sol, mientras reconocía con orgullo lo mucho que sus deberes habían cambiado desde que había obtenido su nombre. Hoy, la tarea que le habían asignado era cuidar las fronteras. Parte de ella se alegraba de tener paz y poder tener tiempo a solas,al menos hasta que su nariz captó un aroma familiar…
No pudo evitar seguir el olor, casi segura de quién se trataba. “¿Qué hace aquí?” Pensó, usualmente era ella quien caminaba por error hacia el territorio del contrario, con una sonrisa reconoció que era un buen cambio, risueña pero extrañada. La confusión sólo se hacía más fuerte conforme se daba cuenta de que el aroma provenía de lo alto, aunque no hubiera ningún peligro detectable cerca.
Entre la maleza, distinguió la silueta del gato amarrado y conforme se acercaba notó que se había quedado varado en la copa de un árbol.
—Oye tú — saludó con postura amigable. —¿Qué haces aquí?—
Mantener su figura de autoridad no le duraría mucho pero no le haría daño a nadie.
No pudo evitar seguir el olor, casi segura de quién se trataba. “¿Qué hace aquí?” Pensó, usualmente era ella quien caminaba por error hacia el territorio del contrario, con una sonrisa reconoció que era un buen cambio, risueña pero extrañada. La confusión sólo se hacía más fuerte conforme se daba cuenta de que el aroma provenía de lo alto, aunque no hubiera ningún peligro detectable cerca.
Entre la maleza, distinguió la silueta del gato amarrado y conforme se acercaba notó que se había quedado varado en la copa de un árbol.
—Oye tú — saludó con postura amigable. —¿Qué haces aquí?—
Mantener su figura de autoridad no le duraría mucho pero no le haría daño a nadie.
Zarpa de Lagartija
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La brisa se pegaba a su pelaje fríamente, recordándole de la Estación dura que estaba más que próxima, su mirada frenéticamente buscaba un plan para salir de la extraña situación en la que se había puesto hasta que reconoció a lo lejos una peculiar figura. Entrecerró los ojos esperando que su visión le engañara pero conforme la gata carey se acercaba era imposible que no la reconociera, ¡Era Zarpa de Ortiga! había crecido bastante desde la última vez que se habían visto, ¿será que todavía se acuerda de él? Zarpa de Lagartija siempre había sido bastante tímido para venir tan lejos, no sabía cómo ella lograba pasar un recorrido tan grande.
–¿Zarpa de Ortiga? Al menos es a ti a quién me encontré.– Dijo, su voz aún temblorosa mientras bajaba del árbol cauteloso.
Sabía que no había razón para temerle a la gata, sin embargo ese territorio seguía sin ser suyo y no sabía qué tan agresivos serían los demás gatos… O si Zarpa de Ortiga venía sola. Una vez bajó del árbol completamente, se agazapó y empezó a moverse lentamente en dirección a la contraria hasta que se vió obligado a detener sus pasos conforme se acercaba al río, su cola se movía de un lado a otro dejando en visto su incomodidad y después de un par de movimientos involuntarios de su oreja finalmente trató de hacerse entender.
–¡No es lo que parece! .– Se apresuró a explicar. –Estaba perdido en mis pensamientos no sé cómo mi nariz no captó el olor de otro territorio antes de dar vuelta… Aunque bueno, no sería un peligro para ti ya que, ya sabes… Está este río.– Detuvo sus palabras cayendo en cuenta de lo tonto que había sonado eso, era más que obvio que él no podía nadar y tratar de pescar sin siquiera saber cómo salir del agua era algo que sólo un verdadero cerebro de ratón haría.
–¿Zarpa de Ortiga? Al menos es a ti a quién me encontré.– Dijo, su voz aún temblorosa mientras bajaba del árbol cauteloso.
Sabía que no había razón para temerle a la gata, sin embargo ese territorio seguía sin ser suyo y no sabía qué tan agresivos serían los demás gatos… O si Zarpa de Ortiga venía sola. Una vez bajó del árbol completamente, se agazapó y empezó a moverse lentamente en dirección a la contraria hasta que se vió obligado a detener sus pasos conforme se acercaba al río, su cola se movía de un lado a otro dejando en visto su incomodidad y después de un par de movimientos involuntarios de su oreja finalmente trató de hacerse entender.
–¡No es lo que parece! .– Se apresuró a explicar. –Estaba perdido en mis pensamientos no sé cómo mi nariz no captó el olor de otro territorio antes de dar vuelta… Aunque bueno, no sería un peligro para ti ya que, ya sabes… Está este río.– Detuvo sus palabras cayendo en cuenta de lo tonto que había sonado eso, era más que obvio que él no podía nadar y tratar de pescar sin siquiera saber cómo salir del agua era algo que sólo un verdadero cerebro de ratón haría.