Con el paso de las lunas, la libertad de Zarpa de Limoncillo ha incrementado tanto como su curiosidad e impulsividad. Los guerreros ya no siguen su rastro como solían hacerlo cuando era una cachorra, confiando en que su capacidad para permanecer a salvo sin la necesidad de una vigilancia tan exhaustiva ya es mayor. Además, teniendo en cuenta que Pantanoso es su mentor le es difícil meterse en problemas sin que él pueda evitarlo.

Pero eventualmente... el lugarteniente tiene otros asuntos que atender y no puede vigilar a una aprendiza permanentemente. Zarpa de Limoncillo adora, en secreto, explorar por su cuenta incluso en zonas del territorio que están prohibidas o es peligroso visitar. El sol se filtraba gentilmente entre los juncos que cubren la guarida de aprendices, despertándola finalmente de un sueño profundo. Tras bostezar perezosamente y estirarse en su sitio, miró a su alrededor antes de ver a Zarpa de Bosque descansando no muy lejos de ella. De repente, la idea de escaparse fuera del campamento en su compañía le resultó intrigante.

— Zarpa de Bosque... ¡despierta, bola de pelos! —alentó la aprendiza mientras mece un poco el costado de la otra gata para arrebatarla de su estado somnoliento, pero siendo cuidadosa de no usar sus garras por accidente al hacerlo.

— Voy a ir a explorar el territorio, ¿quieres venir conmigo? —propuso animadamente. Poco después soltó una risilla y volvió a bromear. — ¿O prefieres aburrirte hasta tu próximo entrenamiento?

La realidad es que tiene intención de visitar un lugar específico que probablemente no debería, pero el peligro desde su perspectiva tan solo incrementa la diversión y la adrenalina de ser atrapada.