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Ambientación
Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C
Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.Se abren las inscripciones a los Altos Cargos
El Otoño ha llegado
¡Apertura! Sean bienvenidos
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Ronroneo Raudo
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Rango : Lugarteniente
Usuario
S A D
Territorio
Clan del Trueno
Neblino
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Clan del Trueno
Neblino
Un par de hojas resecas caen desde la copa del árbol más próximo. Las hojas trazan un par de arcos en el aire, entremezclándose entre sí en ese frenesí danzante. Tardan poco tiempo en caer al suelo, bañando con su cobrizo color la hojarasca del bosque. Una zarpa blanca acaba con una de las hojas, la cual se parte en mil pedazos bajo su peso. Una fría brisa esparce los pedazos restantes en todas direcciones, algunos volando hacia el este y otros medio enterrados en la tierra. La estación Sin Hojas está empezando a sentirse en el bosque.
Unos ojos del color de dos relucientes soles mira hacia lo alto de los árboles. El sol, cubierto por el dosel de hojas que aún se encuentran aferradas a las ramas de sus respectivos árboles, se siente lejano y gélido. No puede sentir el calor que antes profundizaba. Otro indicio de que tiempos difíciles llegan a sus vidas. Se apresura en su camino, derrapando en la hojarasca e internándose en un largo tunel de aulaga y espinos.
Cuando termina de cruzar el tunel se encuentra con una comunidad en constante actividad y bullicio. Algunos gatos están echados en un lateral del campamento, compartiendo piezas de carne fresca y lenguas con sus compañeros. Otros refuerzan la pared de roca colocando ramas puntiagudas o espinas. Otros gatos pasan a su lado y la saludan con calidez, saliendo por el tunel que ha usado ella ya sea para cazar o para patrullar su territorio. Un gato cojo se adentra en la guarida de la curandera, buscando la atención de esta para que pueda curarle la pata herida.
El Clan del Trueno luce más vivo que nunca. Ojalá todo pudiera seguir así en las siguientes lunas. Pero deben enfrentarse a la estación Sin Hojas, la más mortal de las cuatro. Echa a andar tranquilamente hacia la parte más septentrional del campamento. Una ardilla rojiza cuelga entre sus fauces. Ha salido de caza y a conseguido llevar algo de carne fresca para el clan. Pero esta pieza es especial.
No tarda mucho tiempo en llegar hasta su destino: la Maternidad. Se desliza con cuidado hacia el interior de la guarida, teniendo especial cuidado en no destrozar su estructura. En el interior las reinas están ovilladas junto a sus cachorros, disfrutando de la calidez y la tranquilidad reinantes en su interior. Deposita la pieza de carne fresca en mitad de la maternidad, lista para ser engullida por los cachorros más grandes de la misma.
Ronroneo Raudo se prepara para salir, pero se detiene al observar a los cachorros y a las madres que duermen plácidamente. Un pesado suspiro escapa de entre sus fauces.
—Ojalá fuese yo la que estuviese ovillada junto a mis hijos —murmura muy bajito, sin despegar la mirada de tan entrañable visión.
Porque sí. Ronroneo Raudo siempre ha deseado ser madre. Por eso no le gusta mucho visitar la maternidad. Es un constante recuerdo de que no ha conseguido realizar dicho sueño. Bien sea porque no se ha enamorado nunca o porque no ha llegado el indicado. La realidad es que, ahora siendo lugarteniente, ese sueño acaba de esfumarse entre sus zarpas. Nunca sabrá lo que es estar abrazada junto a sus hijos.
emmeUnos ojos del color de dos relucientes soles mira hacia lo alto de los árboles. El sol, cubierto por el dosel de hojas que aún se encuentran aferradas a las ramas de sus respectivos árboles, se siente lejano y gélido. No puede sentir el calor que antes profundizaba. Otro indicio de que tiempos difíciles llegan a sus vidas. Se apresura en su camino, derrapando en la hojarasca e internándose en un largo tunel de aulaga y espinos.
Cuando termina de cruzar el tunel se encuentra con una comunidad en constante actividad y bullicio. Algunos gatos están echados en un lateral del campamento, compartiendo piezas de carne fresca y lenguas con sus compañeros. Otros refuerzan la pared de roca colocando ramas puntiagudas o espinas. Otros gatos pasan a su lado y la saludan con calidez, saliendo por el tunel que ha usado ella ya sea para cazar o para patrullar su territorio. Un gato cojo se adentra en la guarida de la curandera, buscando la atención de esta para que pueda curarle la pata herida.
El Clan del Trueno luce más vivo que nunca. Ojalá todo pudiera seguir así en las siguientes lunas. Pero deben enfrentarse a la estación Sin Hojas, la más mortal de las cuatro. Echa a andar tranquilamente hacia la parte más septentrional del campamento. Una ardilla rojiza cuelga entre sus fauces. Ha salido de caza y a conseguido llevar algo de carne fresca para el clan. Pero esta pieza es especial.
No tarda mucho tiempo en llegar hasta su destino: la Maternidad. Se desliza con cuidado hacia el interior de la guarida, teniendo especial cuidado en no destrozar su estructura. En el interior las reinas están ovilladas junto a sus cachorros, disfrutando de la calidez y la tranquilidad reinantes en su interior. Deposita la pieza de carne fresca en mitad de la maternidad, lista para ser engullida por los cachorros más grandes de la misma.
Ronroneo Raudo se prepara para salir, pero se detiene al observar a los cachorros y a las madres que duermen plácidamente. Un pesado suspiro escapa de entre sus fauces.
—Ojalá fuese yo la que estuviese ovillada junto a mis hijos —murmura muy bajito, sin despegar la mirada de tan entrañable visión.
Porque sí. Ronroneo Raudo siempre ha deseado ser madre. Por eso no le gusta mucho visitar la maternidad. Es un constante recuerdo de que no ha conseguido realizar dicho sueño. Bien sea porque no se ha enamorado nunca o porque no ha llegado el indicado. La realidad es que, ahora siendo lugarteniente, ese sueño acaba de esfumarse entre sus zarpas. Nunca sabrá lo que es estar abrazada junto a sus hijos.