Salpicadura de Trucha se encontraba al borde del campamento, justo donde el túnel de brezo daba paso a las vastas llanuras del Clan del Viento. Su silueta se recortaba contra el cielo anaranjado del atardecer, y el viento hacía bailar los mechones de su pelaje. A su alrededor, las sombras alargadas del día parecían abrazarlo, como si reflejaran el peso que cargaba en su interior. Con la cola enrollada sobre sus patas, parecía perdido en sus pensamientos, sus ojos brillantes clavados en el horizonte distante. Había regresado de una cacería solitaria, algo que se había vuelto habitual en él, y aunque había dejado un par de piezas de presa en el montón de alimentos, no se había molestado en recibir ningún agradecimiento o en compartir conversación. Últimamente, Salpicadura de Trucha prefería estar solo.

Cuando sintió las pisadas de Amapola Azul acercándose, sus orejas se giraron apenas, pero no hizo ningún movimiento para mirarla. En lugar de eso, dejó escapar un suspiro pesado, casi imperceptible, como si el aire que exhalaba llevara consigo parte de sus pensamientos más oscuros.

—Si vienes a sermonearme, no te molestes —dijo finalmente, rompiendo el silencio. Su tono era frío y áspero, como si tratara de mantenerla a raya, pero había algo más allí: una fisura en su voz que delataba la vulnerabilidad que intentaba ocultar. Giró la cabeza para mirarla al fin—. Ya sé que no soy el mismo gato que antes.

Hizo una pausa, sus bigotes temblando mientras miraba brevemente al suelo antes de volver a alzar la vista.

—Pero dime algo, Amapola Azul. ¿Qué harías si el mundo tal como lo conocías se rompiera en pedazos y te dejaran recogiendo las astillas? Porque eso es lo que siento cada vez que intento avanzar

Un tono naranja-dorado pintaba el cielo, indicando el atardecer. Amapola Azul se dirigía a cazar sola, lo usual desde el fallecimiento de su sobrino. Todavía le pesaba el pecho. Si bien su temple aparentaba tranquilidad y enfoque, sintió que una parte importante de sus objetivos se desvaneció. Pero no se sentía como quitar una carga, se sentía hueco, deprimentemente vacío. Aún así, tiene que proteger al resto del clan, debe calmar el torbellino de emociones que le pesan y seguir adelante. Es parte de sobrevivir, y de la vida en sí.

Habiendo llegado al túnel de brezo, se encontró con un gato con una apariencia todavía más deprimente. Se trataba de Salpicadura de Trucha. No tardó en recordar la disputa que tuvo con el excavador, y antes de acercarse, lo observó con prejuicio. Sin embargo, tenía que reconocer que seguía siendo un guerrero funcional y trabajador.

Se acercó a pasos firmes, a pesar de percibir la evasión del joven. "Creo que tuviste suficiente sermón con el de Lágrima Ambarina. No necesitas más." respondió con calma la gata gris. Y de repente, fue sorprendida por la repentina vulnerabilidad evidente del gato, quien parecía desesperado por respuestas. A Amapola Azul no se le dan bien las palabras ni el consuelo, entonces, a diferencia de todas las veces que piensa y pelea con admirable estrategia, en estas ocasiones es normal que se sienta torpe y dubitativa. Mas esta vez sintió una especial comprensión y empatía por el joven, pues la pregunta que le hizo, le resonó porfundamente.

Se sentó a su lado, pensando en una respuesta, hasta que le llegó. "Enfócate. Piensa en un objetivo, algo que te importe mucho. Y que no sean varios, no. Uno solo. Incluso si eres tú mismo." agregó, mirándolo fijamente. "Y pelea. Pelea por ello." frunció el ceño. "Pero pase lo que pase, no te quedes sin hacer nada."

Salpicadura de Trucha desvió la mirada hacia el suelo mientras las palabras de Amapola Azul resonaban a su lado, cada una más pesada que la anterior. El cielo anaranjado proyectaba un resplandor cálido sobre ambos, aunque el frío viento de la llanura seguía mordiendo la piel como si se burlara de cualquier intento de calidez emocional. El joven guerrero permaneció en silencio al principio, dejando que las palabras se asentaran como piedras lanzadas a un estanque. Su cola golpeó el suelo con lentitud, un gesto inquieto que contrastaba con su postura rígida. Finalmente, alzó la mirada, buscando la intensidad de los ojos verdes de Amapola Azul.

—Un objetivo, ¿eh? —murmuró, con un tono que oscilaba entre el escepticismo y una melancólica aceptación—. Suena sencillo cuando lo dices así. Pero cuando lo intentas... es como intentar atrapar el viento. Siempre se escapa entre tus patas.

Se detuvo, sus bigotes temblando ligeramente mientras apartaba la vista hacia el horizonte. Allí, el sol seguía descendiendo, pintando las nubes con un destello casi irreal. Era un recordatorio cruel de que el tiempo avanzaba, incluso cuando él se sentía atrapado.

—No sé si puedo pelear por algo, Amapola Azul. Lo único que he peleado hasta ahora... lo perdí. Y ahora estoy aquí, peleando contra mí mismo, contra los recuerdos. Tal vez... —hizo una pausa, tragando saliva como si las palabras fueran espinas—. Tal vez mi objetivo debería ser simplemente seguir adelante. Aunque no sé si eso es suficiente.

Sus ojos brillaron con un destello de honestidad rara mientras miraba a la gata más experimentada a su lado.

—¿Cómo lo haces tú? ¿Cómo sigues caminando cuando todo dentro de ti grita que te detengas?

La gata gris escuchaba y observaba con atención cada gesto y palabra del joven guerrero, siguiendo su mirada despierta y nerviosa, con la suya, ciega de un ojo, pero llena de sabiduría y experiencia, ambas llevadas por varias lunas de vida.

"Sí, lo he sentido antes. Es como querer nadar sin ser un gato del clan del Río. Y por eso tienes que enfocarte para encontrar ese objetivo. Concentrarte. ¿Quién eres tú? ¿Cuáles son tus valores? Siempre ten eso presente, TÚ eres el único que mantendrá TUS patas sobre la tierra." rezongó la gata. "Y si no encuentras la respuesta dentro de ti, mira a tu alrededor." pausó, acomodándose sobre sus zarpas delanteras. "Si es algo que perdiste y te importaba mucho, junta todas las fuerzas de tus cuatro zarpas, tus mandíbula, y recupéralo." hizo énfasis en su última oración mostrando los dientes. "Sino... Encuentra algo nuevo por lo que pelear."

Cuando escuchó la última pregunta, acompañada de esa mirada confundida y vulnerable, cerró los ojos y suspiró. Por unos cortos segundos, la imagen de su sobrino, Ala de Halcón, reapareció en su memoria.

"Solo lo hago. No busco motivación." pausó. "Después de todo, tengo que hacerlo. Por mí. Por los que corren y cazan en las praderas del clan Estelar." pausó nuevamente. "Por ellos." miró hacia atrás, donde se encontraba todo el clan del Viento.

Salpicadura de Trucha escuchó las palabras de Amapola Azul con una atención inusual, como si cada sílaba fuera un anzuelo que intentaba atrapar algo perdido en su interior. A medida que hablaba, sus palabras resonaron como un eco distante, removiendo una chispa olvidada en su pecho. Se quedó quieto un momento, inmóvil salvo por el leve movimiento de su cola. Luego, lentamente, se levantó. Sus patas aún temblaban ligeramente, pero esta vez no era por miedo ni desesperación, sino por la decisión que se formaba en su mente. Miró a Amapola Azul, y por primera vez, algo diferente brillaba en sus ojos amarillos. No era confianza completa, ni siquiera esperanza, pero sí determinación, una que parecía haber estado enterrada bajo el peso de su dolor.

—Tienes razón —dijo con un tono bajo pero firme—. No puedo quedarme aquí, mirando el suelo como si esperara que el viento me lleve. He perdido cosas... cosas que jamás recuperaré, pero no puedo dejar que eso me detenga. Si no puedo recuperar lo que era, entonces... entonces encontraré algo nuevo, algo que me importe.

Sin esperar una respuesta inmediata, giró su cuerpo hacia el horizonte. Sus orejas se inclinaron hacia atrás brevemente, como si procesara la magnitud de lo que acababa de decir. Dio un paso, luego otro, hasta que se alejó un par de zancadas del túnel de brezo. Finalmente, giró la cabeza para mirar a la guerrera gris una vez más.

—Gracias, Amapola Azul. No sé si encontraré ese objetivo hoy, o mañana... pero voy a empezar por intentarlo. Por ahora, iré a patrullar. Tal vez despejar la mente cazando me ayude a dar con la respuesta.

Y con esa última frase, Salpicadura de Trucha comenzó a caminar hacia las praderas, el viento acariciando su pelaje mientras su silueta se alejaba en dirección al atardecer. Su paso, aunque aún cargado con sombras, tenía un ritmo más firme, como si finalmente hubiera encontrado un poco del suelo bajo sus patas.