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Bienvenido,
Ambientación
Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C
Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.Se abren las inscripciones a los Altos Cargos
El Otoño ha llegado
¡Apertura! Sean bienvenidos
No hay nada nuevo por aquí
Zarpa Quebrada
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Estoy exhausta... La cabeza me da vueltas... Dónde estoy exactamente?... Creo... Creo que ya había pasado por aquí, ese árbol me parece familiar... O no? Estaré dando vueltas en círculos?
Eclipsa tenía un monólogo interno mientras intentaba recordar el camino hacia la madriguera abandonada en la que se había estado ocultando durante las dos últimas noches, trastabillando y con la cola medio muerta arrastrándosele por el suelo forestal, ya ni siquiera le dolía, no sentía nada.
El ambiente que la rodeaba era desconocido y nuevo para ella, aún así se esforzaba como podía por acostumbrarse, lo que fuera menos volver con los dos patas, ahora que era libre podría hacer lo que quisiera, incluso encontrar a su familia... Aunque eso era prácticamente imposible, no tenía ni pista de ellos, ni siquiera recordaba sus nombres, era demasiado pequeña cuando los separaron. Después de una tarde de caza infructífera solo quería volver al hueco calentito donde había formado su lecho y descansar, con el estómago vacío pero al menos recuperaría energías y con suerte atraparía algo la mañana siguiente.
La cabeza le daba vueltas y cada vez le costaba más movilizarse, sentía las orejas ardiendo de calor, probablemente tenía fiebre. Era de esperarse, miró su cola, en un estado deplorable, tenía algo de pus verdoso y el pelo apelmazado con sangre seca no bastaba para ocultar la hinchazón de su cola, el dolor ya no era ni siquiera notable, tal vez porque se habia acostumbrado, pero dependiendo de los movimientos que realizara de pronto sentía alguna que otra punzada, lo cual la desconcentraba mucho a la hora de cazar, y encima ahora tenía fiebre, si no hacía algo pronto tal vez solo se moriría en el bosque.
- Bueno, al menos eso es mejor que seguir viviendo en esa espantosa casa de los dos patas. - Se dijo a sí misma en un tono reconfortante, intentando quizá disipar su ansiedad, pero definitivamente tenia que hacer algo con esa cola, pero ya lo haría después de descansar, primero tenía que encontrar donde dormir si no quería caer inconsciente en pleno bosque ya casi anocheciendo.
Eclipsa tenía un monólogo interno mientras intentaba recordar el camino hacia la madriguera abandonada en la que se había estado ocultando durante las dos últimas noches, trastabillando y con la cola medio muerta arrastrándosele por el suelo forestal, ya ni siquiera le dolía, no sentía nada.
El ambiente que la rodeaba era desconocido y nuevo para ella, aún así se esforzaba como podía por acostumbrarse, lo que fuera menos volver con los dos patas, ahora que era libre podría hacer lo que quisiera, incluso encontrar a su familia... Aunque eso era prácticamente imposible, no tenía ni pista de ellos, ni siquiera recordaba sus nombres, era demasiado pequeña cuando los separaron. Después de una tarde de caza infructífera solo quería volver al hueco calentito donde había formado su lecho y descansar, con el estómago vacío pero al menos recuperaría energías y con suerte atraparía algo la mañana siguiente.
La cabeza le daba vueltas y cada vez le costaba más movilizarse, sentía las orejas ardiendo de calor, probablemente tenía fiebre. Era de esperarse, miró su cola, en un estado deplorable, tenía algo de pus verdoso y el pelo apelmazado con sangre seca no bastaba para ocultar la hinchazón de su cola, el dolor ya no era ni siquiera notable, tal vez porque se habia acostumbrado, pero dependiendo de los movimientos que realizara de pronto sentía alguna que otra punzada, lo cual la desconcentraba mucho a la hora de cazar, y encima ahora tenía fiebre, si no hacía algo pronto tal vez solo se moriría en el bosque.
- Bueno, al menos eso es mejor que seguir viviendo en esa espantosa casa de los dos patas. - Se dijo a sí misma en un tono reconfortante, intentando quizá disipar su ansiedad, pero definitivamente tenia que hacer algo con esa cola, pero ya lo haría después de descansar, primero tenía que encontrar donde dormir si no quería caer inconsciente en pleno bosque ya casi anocheciendo.
Estrella Rota
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Estrella Rota estaba guardando el campamento cual perro hambriento alrededor de una presa. Sentía que había sido hace una eternidad que su curandera y Diente de Campañol se habían dirigido al poblado de los Dos Patas, por voluntad del Clan Estelar. Si bien sabía que se encontrarían seguros, Estrella Rota terminó poniéndose más ansioso de lo que creía, y se quedó en la entrada del campamento, esperando el regreso de Pluma de Miel con impaciencia. Sabía que era una gata muy capaz y que su conexión con el Clan Estelar le guiaría, pero era muy joven y temía que algo malo fuese a suceder.
Absorto en sus pensamientos, ni siquiera había notado que dos pelajes atigrados se acercaban a él con urgencia.
—¡Pluma de Miel, Diente de Campañol! —aulló. Se veían agitados y exhaustos— ¿Qué ha pasado?
El relato comenzó, y Estrella Rota quedó atónito ante las palabras de la joven curandera.
Estrella Rota se encontraba aún más preocupado luego de la historia de Pluma de Miel, y sugirió que fuese él mismo quien fuese a buscar las hierbas con ella, esta vez, dejando el campamento a cargo de Crepúsculo Nocturno. Su mirada se encontraba fija al frente y caminaba en silencio, guiado por la atigrada. Sus orejas se encontraban erguidas, atento a cualquier posible amenaza que se encontrara cerca, aunque fue su nariz el primero en encontrar algo.
—Alto —le dijo a Pluma de Miel, en forma de alerta. Frenó en seco y olfateó el aire nuevamente, un olor extraño hacía presencia en su bosque.
Se agazapó y le hizo una señal con la cola a la curandera para que hiciera lo mismo. A pesar de estar en la Estación de la Hoja Verde, su pelaje se camuflaba junto a los árboles, haciéndolo prácticamente invisible. Pegó sus orejas a su cráneo a medida que iban acercándose al origen del olor, y se asqueó ante el olor de... ¿Un minino casero? Era un aroma rancio y estaba mezclado con esencias forestales.
Sus pupilas se hicieron tan finas como dos gotas de lluvia de color negro, ¿Cómo podía ser que hubiese un minino casero en su bosque, tan adentrado en su territorio? Se encargarían de que supiese de quién era ese territorio.
A sus oídos llegó una voz, diciendo que el bosque era mejor que el nido de los Dos Patas. Estrella Rota, lleno de ira, se abalanzó sobre la bola de pelos frente a él.
—¿Quién...? —no terminó de terminar esa frase, al ver que lo que estaba debajo suyo, era una gata, que no era más grande que un aprendiz. El líder gruñó, enfurecido.
—No eres más que el cachorro de un minino casero —escupió, quitándose de encima de la gata— . Este bosque nos pertenece, ahora, vete de nuevo al nido de tus Dos Patas.
El atigrado se quedó firme, observando a la lamentosa cachorra. Observó que se veía delgada, y olía mal. Probablemente no fuese más que un cachorro que se había perdido y no encontraba su camino a su hogar, pero Estrella Rota quería que se fuese lo más pronto posible del suyo.
Absorto en sus pensamientos, ni siquiera había notado que dos pelajes atigrados se acercaban a él con urgencia.
—¡Pluma de Miel, Diente de Campañol! —aulló. Se veían agitados y exhaustos— ¿Qué ha pasado?
El relato comenzó, y Estrella Rota quedó atónito ante las palabras de la joven curandera.
[...]
Estrella Rota se encontraba aún más preocupado luego de la historia de Pluma de Miel, y sugirió que fuese él mismo quien fuese a buscar las hierbas con ella, esta vez, dejando el campamento a cargo de Crepúsculo Nocturno. Su mirada se encontraba fija al frente y caminaba en silencio, guiado por la atigrada. Sus orejas se encontraban erguidas, atento a cualquier posible amenaza que se encontrara cerca, aunque fue su nariz el primero en encontrar algo.
—Alto —le dijo a Pluma de Miel, en forma de alerta. Frenó en seco y olfateó el aire nuevamente, un olor extraño hacía presencia en su bosque.
Se agazapó y le hizo una señal con la cola a la curandera para que hiciera lo mismo. A pesar de estar en la Estación de la Hoja Verde, su pelaje se camuflaba junto a los árboles, haciéndolo prácticamente invisible. Pegó sus orejas a su cráneo a medida que iban acercándose al origen del olor, y se asqueó ante el olor de... ¿Un minino casero? Era un aroma rancio y estaba mezclado con esencias forestales.
Sus pupilas se hicieron tan finas como dos gotas de lluvia de color negro, ¿Cómo podía ser que hubiese un minino casero en su bosque, tan adentrado en su territorio? Se encargarían de que supiese de quién era ese territorio.
A sus oídos llegó una voz, diciendo que el bosque era mejor que el nido de los Dos Patas. Estrella Rota, lleno de ira, se abalanzó sobre la bola de pelos frente a él.
—¿Quién...? —no terminó de terminar esa frase, al ver que lo que estaba debajo suyo, era una gata, que no era más grande que un aprendiz. El líder gruñó, enfurecido.
—No eres más que el cachorro de un minino casero —escupió, quitándose de encima de la gata— . Este bosque nos pertenece, ahora, vete de nuevo al nido de tus Dos Patas.
El atigrado se quedó firme, observando a la lamentosa cachorra. Observó que se veía delgada, y olía mal. Probablemente no fuese más que un cachorro que se había perdido y no encontraba su camino a su hogar, pero Estrella Rota quería que se fuese lo más pronto posible del suyo.
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Pluma de Miel
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Maldito sueño… Malditos Dos Patas… ¡Y maldito perro, ratones!
De no haber sido por su imprudencia, ahora mismo podría estar en su guarida ordenando sus nuevas reservas, y no rumbo a la madriguera de pura maldad de la que había logrado escapar por los pelos de la punta de su cola.
Porque, sí, podría haber sido mala suerte, pero algo en su interior le decía que podía haberlo evitado… Daba igual cómo, el caso era que la culpa no se la iba a quitar nadie. Mucho menos cuando ahora iba acompañada ni más ni menos que del mismísimo Estrella Rota, porque el pobre Diente de Campañol se había tenido que quedar atrás con un desgarro, y sola no podía ir.
…No sabía ni como caminar recta del estrés.
Tan ocupada que estaba la mente de la curandera en lo que le esperaba en cuanto volviesen al borde del poblado Dos Patas, que apenas se dio cuenta de que había algo fuera de lugar hasta que el líder no dio la señal y se agachó, alerta.
Pluma de Miel imitó el gesto casi de forma automática, con sus ojos bien abiertos y sus orejas tiesas. Porque, con lo movidita que había sido su última experiencia fuera del campamento, su mente ya se iba directamente al peor caso posible:
El perro… No, el Dos Patas curandero, no, ¡el perro Y el Dos Patas curandero!
Siguió al gato de cerca, con intención de pedirle por favor que tuviera cuidado; aunque al final se quedó con sus palabras en la punta de la lengua, pues el mayor se le adelantó, abalanzándose sobre lo que fuese que había visto.
Un chirrido despavorido estuvo a punto de escapar entre sus dientes, pero se contuvo al ver que no se trataba de nada de lo que se había estado imaginando… Si es que no era todo lo contrario, directamente. ¿Un cachorro, decía?
La curandera avanzó hasta uno de los costados del líder con una expresión confusa. Ante ella vio una pobre criatura que parecía estar colgando de un último esfuerzo, delgada y con una herida que poco más y cobraría vida en cualquier momento de lo demacrada que estaba.
—Pero si está como si un Monstruo le hubiera dado un zarpazo... —se le escapó casi sin quererlo. Y una vez ya lo soltó, tenía que atraparlo otra vez—. Eh, ¿Qué te ha pasado?
Le dirigió una mirada fugaz a Estrella Rota, indecisa. Le acababa de decir a la desconocida que se largase del territorio del clan… Pero su deber como curandera era no dejar tirado a ningún gato, ¿no? Eso, en su aprendida idea del deber, también incluía a una extraña al borde del delirio.
Se acercó un par de pasos hacia la menor, olisqueándola desde donde estaba.
De no haber sido por su imprudencia, ahora mismo podría estar en su guarida ordenando sus nuevas reservas, y no rumbo a la madriguera de pura maldad de la que había logrado escapar por los pelos de la punta de su cola.
Porque, sí, podría haber sido mala suerte, pero algo en su interior le decía que podía haberlo evitado… Daba igual cómo, el caso era que la culpa no se la iba a quitar nadie. Mucho menos cuando ahora iba acompañada ni más ni menos que del mismísimo Estrella Rota, porque el pobre Diente de Campañol se había tenido que quedar atrás con un desgarro, y sola no podía ir.
…No sabía ni como caminar recta del estrés.
Tan ocupada que estaba la mente de la curandera en lo que le esperaba en cuanto volviesen al borde del poblado Dos Patas, que apenas se dio cuenta de que había algo fuera de lugar hasta que el líder no dio la señal y se agachó, alerta.
Pluma de Miel imitó el gesto casi de forma automática, con sus ojos bien abiertos y sus orejas tiesas. Porque, con lo movidita que había sido su última experiencia fuera del campamento, su mente ya se iba directamente al peor caso posible:
El perro… No, el Dos Patas curandero, no, ¡el perro Y el Dos Patas curandero!
Siguió al gato de cerca, con intención de pedirle por favor que tuviera cuidado; aunque al final se quedó con sus palabras en la punta de la lengua, pues el mayor se le adelantó, abalanzándose sobre lo que fuese que había visto.
Un chirrido despavorido estuvo a punto de escapar entre sus dientes, pero se contuvo al ver que no se trataba de nada de lo que se había estado imaginando… Si es que no era todo lo contrario, directamente. ¿Un cachorro, decía?
La curandera avanzó hasta uno de los costados del líder con una expresión confusa. Ante ella vio una pobre criatura que parecía estar colgando de un último esfuerzo, delgada y con una herida que poco más y cobraría vida en cualquier momento de lo demacrada que estaba.
—Pero si está como si un Monstruo le hubiera dado un zarpazo... —se le escapó casi sin quererlo. Y una vez ya lo soltó, tenía que atraparlo otra vez—. Eh, ¿Qué te ha pasado?
Le dirigió una mirada fugaz a Estrella Rota, indecisa. Le acababa de decir a la desconocida que se largase del territorio del clan… Pero su deber como curandera era no dejar tirado a ningún gato, ¿no? Eso, en su aprendida idea del deber, también incluía a una extraña al borde del delirio.
Se acercó un par de pasos hacia la menor, olisqueándola desde donde estaba.
Zarpa Quebrada
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La cachorra estaba tan agotada que ni había reparado en el olor de los otros gatos, sino hasta que ya tuvo a uno encima, de hecho al inicio ni siquiera supo que le pasó, solo sintió un impacto, y luego algo pesado revolverse sobre ella. " Seguro algún depredador del bosque, o un perro de los dos patas me ha encontrado el rastro y me vino a devorar" pensó que se acercaba el fin de su corta vida con los ojos cerrados, sin atreverse siquiera a mirar, hasta que escuchó un maullido de sorpresa.... Maullido? Otro gato! Se sentía algo aliviada, bastante, jamás hubiera pensado encontrar más de su especie en ese lugar, sus ojos brillaron con esperanza por un par de latidos, solo para escuchar luego como la echaban de "su bosque" y le ordenaban volver con los dos patas.
- No! Eso sí que no!! Con los dos patas no vuelvo, además, de veras este bosque es tuyo? Pues yo no he visto tu nombre escrito en cada árbol, y apuesto que es lo suficientemente grande como para que podamos compartirlo no?- añadió respondona, sin tener idea siquiera a quien se dirigía, esa respuesta consumió mucha energía por su parte,se sentía de pronto mucho más mareada. Escuchó una gata decir algo junto al desconocido, pero no pudo entender muy bien que era, su consciencia iba y venía, le costaba mantener los ojos abiertos.
- No! Eso sí que no!! Con los dos patas no vuelvo, además, de veras este bosque es tuyo? Pues yo no he visto tu nombre escrito en cada árbol, y apuesto que es lo suficientemente grande como para que podamos compartirlo no?- añadió respondona, sin tener idea siquiera a quien se dirigía, esa respuesta consumió mucha energía por su parte,se sentía de pronto mucho más mareada. Escuchó una gata decir algo junto al desconocido, pero no pudo entender muy bien que era, su consciencia iba y venía, le costaba mantener los ojos abiertos.
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Estrella Rota escuchó a la felina, y sus orejas ardieron de rabia.
—¡Cachorra insolente, no eres más que escoria doméstica! —espetó, golpeando su cara con su zarpa derecha. Estrella Rota en ese momento se impresionó de sí mismo, el cómo no sus patas temblaban ante la idea de despedazar a un cachorro ahí mismo, defendiendo a su Clan— ¡No serás más que carroña cuando acabe contigo!
El gran gato atigrado desenvainó las garras, y todo a su alrededor pareció pausarse por un par de latidos. Los mininos caseros eran como una plaga, no eran más que felinos vagos que rechazaban al Clan Estelar, ellos nunca sabrían la gloria de morir defendiendo a su Clan, o sobre descansar en el Manto Plateado junto a sus honorables antepasados, quienes habían hecho todo lo posible para heredarle a ellos un Clan estable y unido.
¡No! Ellos no eran más que carroña para su linaje, contaminando los Clanes y posiblemente alejando su espíritu del Clan Estelar, ¡Él no lo permitiría!
El Clan del Trueno es el más cercano al poblado de los Dos Patas, pero eso no los alejaría de sus antepasados guerreros, Estrella Rota nunca dejaría que así fuese.
—Tú qué vas a saber de una vida digna, si comes de un plato lleno de cagarrutas de conejo que te dan tus Dos Patas, ¡No haces más que ensuciar y arruinar todo por lo que incontables generaciones han trabajado! —tomó aire, sacudiendo la cola violentamente de un lado a otro— ¡Voy a ponerle un fin a esta impertinencia tuya! —gruñó, tomando el cuello de la cachorra entre sus dientes, listo para despedazarla.
—¡Cachorra insolente, no eres más que escoria doméstica! —espetó, golpeando su cara con su zarpa derecha. Estrella Rota en ese momento se impresionó de sí mismo, el cómo no sus patas temblaban ante la idea de despedazar a un cachorro ahí mismo, defendiendo a su Clan— ¡No serás más que carroña cuando acabe contigo!
El gran gato atigrado desenvainó las garras, y todo a su alrededor pareció pausarse por un par de latidos. Los mininos caseros eran como una plaga, no eran más que felinos vagos que rechazaban al Clan Estelar, ellos nunca sabrían la gloria de morir defendiendo a su Clan, o sobre descansar en el Manto Plateado junto a sus honorables antepasados, quienes habían hecho todo lo posible para heredarle a ellos un Clan estable y unido.
¡No! Ellos no eran más que carroña para su linaje, contaminando los Clanes y posiblemente alejando su espíritu del Clan Estelar, ¡Él no lo permitiría!
El Clan del Trueno es el más cercano al poblado de los Dos Patas, pero eso no los alejaría de sus antepasados guerreros, Estrella Rota nunca dejaría que así fuese.
—Tú qué vas a saber de una vida digna, si comes de un plato lleno de cagarrutas de conejo que te dan tus Dos Patas, ¡No haces más que ensuciar y arruinar todo por lo que incontables generaciones han trabajado! —tomó aire, sacudiendo la cola violentamente de un lado a otro— ¡Voy a ponerle un fin a esta impertinencia tuya! —gruñó, tomando el cuello de la cachorra entre sus dientes, listo para despedazarla.
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Zarpa Quebrada
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Las palabras ofensivas de aquel gato salvaje le hacían hervir la sangre a Eclipsa, su boca dejaba forma a un gruñido agresivo y su pelaje apelmazado y despeinado se le erizó. Mientras era sostenida por el cuello podía sentir la sed de sangre del contrincante, pero no sé amilanó, sentía que debía defenderse, que debía luchar, que no se tenía que echar atrás, aunque le costara la vida:
¡Y tú qué sabes de la vida de un gato con los dos patas! Alguna vez lo has experimentado? Pues yo no lo creo, no es para nada como te imaginas, es horrible, tener que estar encerrado en un espacio pequeño toda tu vida? Pues Vaya! Que emocionante!.... Y vida digna? Pffft... Claro, porque matar a un cachorro indefenso y herido es totalmente digno. Sus ojos de color diferente estaban cristalinos y algo llorosos al responder, aunque también miraban al enorme gato con ira y dolor.
Realmente con la cabeza más fría se habría percatado que era un contrincante al cual no le podía ganar ni en sueños, que no debía alimentar más las llamas de la ira de su enemigo, pero de momento sus sentimientos la inundaban y estalló, además aquel gato maleducado necesita que lo pusieran en su lugar. Eclipsa no entendía mucho sobre cosas como respetar a los mayores o normas sociales comunes entre gatos, nunca la dejaban salir, así que muy rara vez había tenido la oportunidad de charlar con otros de su especie, ellos eran la primera interacción cercana que tenía, y mira, había Sido un desastre.
Eclipsa se había despertado un poco más de su trance por el torrente de emociones que surgían de ella, ya no se sentía desvanecida, por alguna razón tenía mucha energía, empezó a retorcerse para intentar librarse del agarre del cuello, con las uñas desenvainadas agitandolas al aire ciegamente sin mucho éxito, mientras estaba alzada su larga cola colgaba muerta hacia el suelo, y se movía solo desde la base ligeramente cuando ella se sacudía, le llegaban punzadas de dolor por cada esfuerzo que hacía, y aunque esté se reflejaba en su cara se negaba a rendirse y perder su patética vida antes de haber tenido más y mejores experiencias que estas lamentables y vergonzosas, ella quería una vida de aventuras, llena de emocion y sorpresas con cada nuevo amanecer, quería explorar, correr, tener una familia o amigos que la amaran, de cierta forma envidiaba a esos gatos salvajes, ellos al parecer nacieron con esos privilegios.
¡Y tú qué sabes de la vida de un gato con los dos patas! Alguna vez lo has experimentado? Pues yo no lo creo, no es para nada como te imaginas, es horrible, tener que estar encerrado en un espacio pequeño toda tu vida? Pues Vaya! Que emocionante!.... Y vida digna? Pffft... Claro, porque matar a un cachorro indefenso y herido es totalmente digno. Sus ojos de color diferente estaban cristalinos y algo llorosos al responder, aunque también miraban al enorme gato con ira y dolor.
Realmente con la cabeza más fría se habría percatado que era un contrincante al cual no le podía ganar ni en sueños, que no debía alimentar más las llamas de la ira de su enemigo, pero de momento sus sentimientos la inundaban y estalló, además aquel gato maleducado necesita que lo pusieran en su lugar. Eclipsa no entendía mucho sobre cosas como respetar a los mayores o normas sociales comunes entre gatos, nunca la dejaban salir, así que muy rara vez había tenido la oportunidad de charlar con otros de su especie, ellos eran la primera interacción cercana que tenía, y mira, había Sido un desastre.
Eclipsa se había despertado un poco más de su trance por el torrente de emociones que surgían de ella, ya no se sentía desvanecida, por alguna razón tenía mucha energía, empezó a retorcerse para intentar librarse del agarre del cuello, con las uñas desenvainadas agitandolas al aire ciegamente sin mucho éxito, mientras estaba alzada su larga cola colgaba muerta hacia el suelo, y se movía solo desde la base ligeramente cuando ella se sacudía, le llegaban punzadas de dolor por cada esfuerzo que hacía, y aunque esté se reflejaba en su cara se negaba a rendirse y perder su patética vida antes de haber tenido más y mejores experiencias que estas lamentables y vergonzosas, ella quería una vida de aventuras, llena de emocion y sorpresas con cada nuevo amanecer, quería explorar, correr, tener una familia o amigos que la amaran, de cierta forma envidiaba a esos gatos salvajes, ellos al parecer nacieron con esos privilegios.
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Pluma de Miel coincidía con Estrella Rota en que esta canija era un poco insolente. Pero de la misma manera en la que esta la había ignorado por completo, el líder no le estaba dando tampoco mucho espacio para actuar; ambos estaban enfadados, gruñéndose justo delante de sus narices.
¿A caso estaba de adorno? ¿Un árbol más del bosque?
—Oye, parad y-…—trató de intervenir, sobre todo por el bien de la desconocida, al ver como el atigrado ya tenía las garras asomando por debajo del pelo de sus patas. Pero fue interrumpida una vez más y, esta vez, con un gesto mucho más bruto.
La expresión mosqueada de la curandera se deformó a una de horror cuando lo vio lanzarse contra la cachorra y encajarle el cuello alrededor de sus fauces. Compartía el recelo de tener mininos caseros campando a sus anchas por los territorios y usando sus tierras como un mero campo de juego, pero jamás comprendería el odio hasta el punto de poder matar por él.
—¡Estrella Rota, suéltala! ¡Que es sólo una cría, ratones! —exclamó, aunque sus súplicas se mezclaron con los chirridos de la menor.
Poco podía hacer de intentar empujar al macho, que era mucho más grande y fuerte que ella. Y por mucho que se sacudiese y patalease la intrusa, sabía que no duraría mucho más entre el fuerte agarre al que la tenía sometida. Así que, en aquella situación de pánico en la que se encontraba, la curandera hizo lo único que alguien con escasos conocimientos de combate podía hacer:
Intentarlo.
Saltó sobre el lomo del líder, aferrándose a sus costados con sus patas traseras, y enganchando sus delanteras a su rostro. Al principio ancló sus zarpas en sus mejillas para estabilizarse encima suya; pero luego fue tan amable de no usarlas cuando golpeó sus almohadillas contra los ojos del gato, presionándolas en su cara con esperanzas de que, entre echarle la cabeza hacia atrás y las sacudidas de la chiquilla, la soltase.
—¡Ya, para! —pegó su pecho al cuello del otro, pegándose bien a él para no perder el equilibrio.
¿A caso estaba de adorno? ¿Un árbol más del bosque?
—Oye, parad y-…—trató de intervenir, sobre todo por el bien de la desconocida, al ver como el atigrado ya tenía las garras asomando por debajo del pelo de sus patas. Pero fue interrumpida una vez más y, esta vez, con un gesto mucho más bruto.
La expresión mosqueada de la curandera se deformó a una de horror cuando lo vio lanzarse contra la cachorra y encajarle el cuello alrededor de sus fauces. Compartía el recelo de tener mininos caseros campando a sus anchas por los territorios y usando sus tierras como un mero campo de juego, pero jamás comprendería el odio hasta el punto de poder matar por él.
—¡Estrella Rota, suéltala! ¡Que es sólo una cría, ratones! —exclamó, aunque sus súplicas se mezclaron con los chirridos de la menor.
Poco podía hacer de intentar empujar al macho, que era mucho más grande y fuerte que ella. Y por mucho que se sacudiese y patalease la intrusa, sabía que no duraría mucho más entre el fuerte agarre al que la tenía sometida. Así que, en aquella situación de pánico en la que se encontraba, la curandera hizo lo único que alguien con escasos conocimientos de combate podía hacer:
Intentarlo.
Saltó sobre el lomo del líder, aferrándose a sus costados con sus patas traseras, y enganchando sus delanteras a su rostro. Al principio ancló sus zarpas en sus mejillas para estabilizarse encima suya; pero luego fue tan amable de no usarlas cuando golpeó sus almohadillas contra los ojos del gato, presionándolas en su cara con esperanzas de que, entre echarle la cabeza hacia atrás y las sacudidas de la chiquilla, la soltase.
—¡Ya, para! —pegó su pecho al cuello del otro, pegándose bien a él para no perder el equilibrio.
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Estrella Rota se quedó anonadado... ¿Acaso su propia curandera le había atacado? ¿Qué acaso ese día todo el mundo se había vuelto loco? Sintió sus empujones, no era nada mortal, pero era su misma curandera quien le estaba desafiando.
El líder abrió la boca en sorpresa, soltando a la cachorra en ese mismo instante.
—¡Pluma de Miel! ¿Qué crees que estás haciendo? —espetó el líder— ¡Tan solo mírate! Desafiando a tu líder por... una escoria insolente de Dos Patas—el gran gato amarronado siseó con disgusto—. Arriesgas tu trabajo, y cómo te ves ante el Clan Estelar, ¿Por esto? —Estrella Rota señaló a la desgreñada gata con la cola.
—Esto no es lo que Mirada Afilada hubiese querido. Ésto... —volvió a señalar a la tricolor— no es tu paciente, o un cachorro del Clan que te necesite. No es más que una criatura que no conoce los caminos del Clan Estelar, y que nunca lo hará. O nos deshacemos de esta cosa, o terminaremos invitando a cada minino casero que se adentre a nuestros bosques, a robar nuestras presas, a dormir en nuestros lechos y a utilizar nuestras hierbas— finalizó con desdén.
¿De verdad la joven gata sería tan ingenua de socorrer a un minino casero que no lo necesitaba? Ellos tenían a los Dos Patas que los cuidaban, en cambio, un Clan debía permanecer unido entre sus ocupantes, y mantener su linaje tan puro como fuese posible, para así tener guerreros fuertes que defendieran su territorio el día de mañana, no un grupo de mininos caseros gordos y vagos.
El líder abrió la boca en sorpresa, soltando a la cachorra en ese mismo instante.
—¡Pluma de Miel! ¿Qué crees que estás haciendo? —espetó el líder— ¡Tan solo mírate! Desafiando a tu líder por... una escoria insolente de Dos Patas—el gran gato amarronado siseó con disgusto—. Arriesgas tu trabajo, y cómo te ves ante el Clan Estelar, ¿Por esto? —Estrella Rota señaló a la desgreñada gata con la cola.
—Esto no es lo que Mirada Afilada hubiese querido. Ésto... —volvió a señalar a la tricolor— no es tu paciente, o un cachorro del Clan que te necesite. No es más que una criatura que no conoce los caminos del Clan Estelar, y que nunca lo hará. O nos deshacemos de esta cosa, o terminaremos invitando a cada minino casero que se adentre a nuestros bosques, a robar nuestras presas, a dormir en nuestros lechos y a utilizar nuestras hierbas— finalizó con desdén.
¿De verdad la joven gata sería tan ingenua de socorrer a un minino casero que no lo necesitaba? Ellos tenían a los Dos Patas que los cuidaban, en cambio, un Clan debía permanecer unido entre sus ocupantes, y mantener su linaje tan puro como fuese posible, para así tener guerreros fuertes que defendieran su territorio el día de mañana, no un grupo de mininos caseros gordos y vagos.
But do you feel
like a young god?
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Zarpa Quebrada
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Eclipsa se sintió aliviada cuando la soltaron, aunque se había golpeado la cola al caer y le estaba doliendo un poco, intentó lamerse la herida pero tenía tan mala pinta y olor que se asqueó solo de verla. No entendía muy bien lo que pasaba, esos gatos con nombres raros y largos estaban discutiendo frente a ella, eso sí, le asombró mucho el hecho de que la gata extraña la hubiera defendido, incluso desafiando a aquel gato, que al parecer era su líder, por lo visto estos gatos no eran tan salvajes como creía, tenían ciertas jerarquías y creencias, le parecía algo bastante curioso e interesante. Al escuchar las últimas palabras que mencionó el gato gruñón se sintió ofendida, pero comprendía bien que lo mejor era ser cordial y pacífica con ellos, así no se metería en más problemas y no le habrían salvado el pellejo en vano, ya había aprendido la lección, no buscar pleitos con gatos más grandes. Se apresuró a aclarar las suposiciones del gato y defenderse esta vez con palabras más claras:
Ejem... Si me permites interrumpir... Primeramente no soy una cosa, mi nombre es Eclipsa, y soy una gata normal como cualquier otro... Segundo, no soy una minina casera, sí, es cierto, alguna vez viví con los dos patas, pero no fue mi elección , ellos me separaron de mi familia desde que apenas y podía caminar, como podría haber escapado? Ni siquiera uno de ustedes en mi situación hubieran podido hacerlo, sino hasta ahora que tuve la oportunidad... Y no quiero regresar, eso ya lo dije antes. Realmente no entiendo cuál es el problema, ni conozco sus costumbres o leyes, no sé que es eso del Clan estelar ni nací en el bosque, pero soy un gato, igual que ustedes, y estoy joven, puedo aprender, puedo vivir por sus normas y vivir entre ustedes, si esa es la condición para quedarme aquí en el bosque estoy decidida a hacerlo... No hemos empezado con la pata derecha este encuentro pero creo que aún se puede remediar no? Si no es muy tarde... Ah! Y pido disculpas si mi comportamiento de antes fue algo... Irrespetuoso. Quiero que de ser posible nos llevemos bien... Realmente no me gusta pelear así por algo así, que más da el origen de un gato? Eso es importante? Yo pensaba que lo que importa es lo que se lleva en el interior, o eso solía decir mi madre, o bueno...lo poco que recuerdo de ella... O tal vez lo escuché de alguien más? Hmm... No lo sé.. las últimas palabras fueron muriendo en un susurro algo distraído, mientras intentaba recordar. La verdad estaba satisfecha con lo que había dicho, según ella se había expresado muy bien, y madura, bastante respetuosa... Así debería obtener una mejor reacción de los otros gatos ... No? Se supone que así es normalmente como funciona, la verdad no tenía idea, pero su instinto le decía que sí, si uno hace el bien pues cosas buenas se le devolverán, razonó para sí misma, y sentada esperó alguna respuesta de Pluma de Miel y... Y el otro gato? Estrella.... Estrella algo, no le había prestado del todo atención cuando mencionaron su nombre.
Ejem... Si me permites interrumpir... Primeramente no soy una cosa, mi nombre es Eclipsa, y soy una gata normal como cualquier otro... Segundo, no soy una minina casera, sí, es cierto, alguna vez viví con los dos patas, pero no fue mi elección , ellos me separaron de mi familia desde que apenas y podía caminar, como podría haber escapado? Ni siquiera uno de ustedes en mi situación hubieran podido hacerlo, sino hasta ahora que tuve la oportunidad... Y no quiero regresar, eso ya lo dije antes. Realmente no entiendo cuál es el problema, ni conozco sus costumbres o leyes, no sé que es eso del Clan estelar ni nací en el bosque, pero soy un gato, igual que ustedes, y estoy joven, puedo aprender, puedo vivir por sus normas y vivir entre ustedes, si esa es la condición para quedarme aquí en el bosque estoy decidida a hacerlo... No hemos empezado con la pata derecha este encuentro pero creo que aún se puede remediar no? Si no es muy tarde... Ah! Y pido disculpas si mi comportamiento de antes fue algo... Irrespetuoso. Quiero que de ser posible nos llevemos bien... Realmente no me gusta pelear así por algo así, que más da el origen de un gato? Eso es importante? Yo pensaba que lo que importa es lo que se lleva en el interior, o eso solía decir mi madre, o bueno...lo poco que recuerdo de ella... O tal vez lo escuché de alguien más? Hmm... No lo sé.. las últimas palabras fueron muriendo en un susurro algo distraído, mientras intentaba recordar. La verdad estaba satisfecha con lo que había dicho, según ella se había expresado muy bien, y madura, bastante respetuosa... Así debería obtener una mejor reacción de los otros gatos ... No? Se supone que así es normalmente como funciona, la verdad no tenía idea, pero su instinto le decía que sí, si uno hace el bien pues cosas buenas se le devolverán, razonó para sí misma, y sentada esperó alguna respuesta de Pluma de Miel y... Y el otro gato? Estrella.... Estrella algo, no le había prestado del todo atención cuando mencionaron su nombre.
Pluma de Miel
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La cachorra era libre por fin, ¿pero a qué coste?
Esa tranquilidad que sintió fue efímera, suficiente para soltar su agarre sobre el líder, pero no tan duradera para enfrentar su rabia. Muy justificada, todo había que verlo tal y como era; mas no por eso se quedaría calladita a escucharle cuestionar su validez como curandera.
—¿Cómo dices? —se plantó en el sitio con el ceño fruncido, demasiado imprudente como para temer la palabra del mayor. Era una gata que pecaba de valiente, particularmente con aquellos que iban en su contra.
No temía a la crítica. Estaba más que dispuesta a discutirlo, incluso llegar a un acuerdo si era lo más a lo que que querría llegar el atigrado. Era respondona, ¡pero civil!
… O al menos de eso se enorgullecía ella.
Luego, si quisiera mantener la compostura ante la mala mención de su mentor, ya era otra historia completamente diferente.
—¡Y tú quién eres para-…! —estuvo a punto de estallar, pero la voz de la desconocida cortó lo que, muy posiblemente, hubiera sido una patada directa al desempleo.
Al principio giró la cabeza, casi ofendida por la interrupción. Sin embargo, a medida que las palabras fluyeron, la cola de la curandera dejó de dar sacudidas y su expresión se relajó.
La cachorra era bastante bien hablada, dentro de lo que cabía (que ya era mucho, tan enclenque que estaba). Además, tenía pinta de haber razonado que no llegaría muy lejos si intentaba reclamarle al líder, ¡hasta le daba la cabecita para disculparse con él!
Siempre cabía la posibilidad que estuviera desvariando, pero…
—Esas heridas no son de un solo día —apuntó con el morro a la cola de la joven tras un breve silencio—. Si de verdad fuese una minina casera, ya habría vuelto a su guarida a que se lo tratasen sus Dos Patas. Está sola.
La gata avanzó un par de pasos hacia la menor, examinándola con una expresión tensa. Olfateó a su alrededor, dejando que su boca se entre-abriese para obtener un resultado más preciso.
—Lo único grave que tiene es esa herida fea, y un estómago vacío —retrocedió, echando un último vistazo general—. La puedes echar. O la puedes entrenar, y tener una guerrera más para la Sin Hojas —dio media vuelta para volver junto al líder, acercándose un poquito más a su costado—. Que yo no te digo que no la eches, sólo quería que no la hicieses daño. Pero es que me parece una gran casualidad que la hayamos encontrado justo hoy, en el camino que el Clan Estelar trazó en mis sueños, ¿o no? —y le susurró, alzando la cabeza para hablarle a su altura.
No quería insinuar nada. Pero, ¿cómo no iba a hacerlo?
La recolección de hierbas en aquella estación no había ido mal, no necesitaban un milagro divino para salvar al clan del desabastecimiento. Entonces, ¿por qué les habían guiado hasta un jardín de las maravillas? Un lugar que sabían que no podrían ignorar.
El jardín, la carrera ardiente por el sendero atronador… Todo se había hecho realidad. Todo los había conducido hasta ese momento, el encuentro de una gata tan dispuesta a colaborar con ellos. No había nada claro, pero Pluma de Miel quería que fuese cierto.
Esa tranquilidad que sintió fue efímera, suficiente para soltar su agarre sobre el líder, pero no tan duradera para enfrentar su rabia. Muy justificada, todo había que verlo tal y como era; mas no por eso se quedaría calladita a escucharle cuestionar su validez como curandera.
—¿Cómo dices? —se plantó en el sitio con el ceño fruncido, demasiado imprudente como para temer la palabra del mayor. Era una gata que pecaba de valiente, particularmente con aquellos que iban en su contra.
No temía a la crítica. Estaba más que dispuesta a discutirlo, incluso llegar a un acuerdo si era lo más a lo que que querría llegar el atigrado. Era respondona, ¡pero civil!
… O al menos de eso se enorgullecía ella.
Luego, si quisiera mantener la compostura ante la mala mención de su mentor, ya era otra historia completamente diferente.
—¡Y tú quién eres para-…! —estuvo a punto de estallar, pero la voz de la desconocida cortó lo que, muy posiblemente, hubiera sido una patada directa al desempleo.
Al principio giró la cabeza, casi ofendida por la interrupción. Sin embargo, a medida que las palabras fluyeron, la cola de la curandera dejó de dar sacudidas y su expresión se relajó.
La cachorra era bastante bien hablada, dentro de lo que cabía (que ya era mucho, tan enclenque que estaba). Además, tenía pinta de haber razonado que no llegaría muy lejos si intentaba reclamarle al líder, ¡hasta le daba la cabecita para disculparse con él!
Siempre cabía la posibilidad que estuviera desvariando, pero…
—Esas heridas no son de un solo día —apuntó con el morro a la cola de la joven tras un breve silencio—. Si de verdad fuese una minina casera, ya habría vuelto a su guarida a que se lo tratasen sus Dos Patas. Está sola.
La gata avanzó un par de pasos hacia la menor, examinándola con una expresión tensa. Olfateó a su alrededor, dejando que su boca se entre-abriese para obtener un resultado más preciso.
—Lo único grave que tiene es esa herida fea, y un estómago vacío —retrocedió, echando un último vistazo general—. La puedes echar. O la puedes entrenar, y tener una guerrera más para la Sin Hojas —dio media vuelta para volver junto al líder, acercándose un poquito más a su costado—. Que yo no te digo que no la eches, sólo quería que no la hicieses daño. Pero es que me parece una gran casualidad que la hayamos encontrado justo hoy, en el camino que el Clan Estelar trazó en mis sueños, ¿o no? —y le susurró, alzando la cabeza para hablarle a su altura.
No quería insinuar nada. Pero, ¿cómo no iba a hacerlo?
La recolección de hierbas en aquella estación no había ido mal, no necesitaban un milagro divino para salvar al clan del desabastecimiento. Entonces, ¿por qué les habían guiado hasta un jardín de las maravillas? Un lugar que sabían que no podrían ignorar.
El jardín, la carrera ardiente por el sendero atronador… Todo se había hecho realidad. Todo los había conducido hasta ese momento, el encuentro de una gata tan dispuesta a colaborar con ellos. No había nada claro, pero Pluma de Miel quería que fuese cierto.
Estrella Rota
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El pelo del cuello de Estrella Rota se alisó, y el líder pareció calmarse casi al instante tras escuchar las palabras de Pluma de Miel.
—¿Crees que sea voluntad del Clan Estelar? —sus ojos ya no llameaban llenos de ira, ahora solo expresaban disgusto, desinterés e incredibilidad.
—Si eso piensas, entonces permitiré que esta cachorra se quede en el Clan del Trueno, pero deberá comenzar su entrenamiento lo más pronto posible —el líder carraspeó—. Podrás examinarla en el campamento, aquí no. Tenemos mucho qué hacer, no sigamos perdiendo más tiempo. Si esa cosa sobrevive para cuando lleguemos allí, entonces sabré que es voluntad del Clan Estelar— por la manera en que se refería a la cachorra, quedaba claro que no se sintió impresionado ni conmovido por su discurso.
—Tú vendrás con nosotros. Te daremos un lecho dónde dormir y comida de momento, con los días veremos qué hacer contigo —el gato se acercó para examinar el rostro de la gata—Cola Floral ha estado muy decaída últimamente —el gato permaneció estoico por un segundo, antes de expresar una leve sonrisa—. Tú serías un perfecto regalo para ella. Le gustan los cachorros.
Acto seguido, agarró a la cachorra por el pescuezo, y se dirigió al campamento.
—¿Crees que sea voluntad del Clan Estelar? —sus ojos ya no llameaban llenos de ira, ahora solo expresaban disgusto, desinterés e incredibilidad.
—Si eso piensas, entonces permitiré que esta cachorra se quede en el Clan del Trueno, pero deberá comenzar su entrenamiento lo más pronto posible —el líder carraspeó—. Podrás examinarla en el campamento, aquí no. Tenemos mucho qué hacer, no sigamos perdiendo más tiempo. Si esa cosa sobrevive para cuando lleguemos allí, entonces sabré que es voluntad del Clan Estelar— por la manera en que se refería a la cachorra, quedaba claro que no se sintió impresionado ni conmovido por su discurso.
—Tú vendrás con nosotros. Te daremos un lecho dónde dormir y comida de momento, con los días veremos qué hacer contigo —el gato se acercó para examinar el rostro de la gata—Cola Floral ha estado muy decaída últimamente —el gato permaneció estoico por un segundo, antes de expresar una leve sonrisa—. Tú serías un perfecto regalo para ella. Le gustan los cachorros.
Acto seguido, agarró a la cachorra por el pescuezo, y se dirigió al campamento.
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