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Ambientación
Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C
Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.Se abren las inscripciones a los Altos Cargos
El Otoño ha llegado
¡Apertura! Sean bienvenidos
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Fronda
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Fronda salió de la guarida del curandero después de una petición del mismo, había pedido a Fronda que trajera caléndula para tratar los rasguños de un guerrero que recientemente había tenido un accidente cazando. Lo bueno, es que no tendría que ir tan lejos, pues las flores crecían junto al río, al otro lado contrario de Rocas Soleadas. Mientras se acercaba al centro del campamento, sus ojos ámbar escudriñaban el movimiento habitual del clan. Entre la actividad cotidiana, avistó a Pantanoso, el apuesto lugarteniente del Clan del Río, quien se encontraba cerca de la piedra del consejo, discutiendo estrategias con otros guerreros.
Un palpitar nervioso agitó su pecho. Era la oportunidad perfecta para acercarse a él. Con gracia felina, Fronda se movió hacia Pantanoso, su cola larga y esponjosa balanceándose con elegancia detrás de ella. Cada paso estaba calculado, cada gesto ensayado para captar su atención. Sus ojos brillaban con un brillo especial, reflejando la determinación y el deseo que ardían en su interior.
Finalmente, llegó junto a él, deteniéndose a una distancia respetuosa pero lo suficientemente cercana para que él la notara. Con una sonrisa sutil jugando en sus labios, Fronda bajó la cabeza en un saludo formal.
Buenas tardes, Pantanoso - su voz resonó suavemente, teñida de una mezcla de admiración y entusiasmo. Elevó la mirada hacia él, sus ojos buscando los suyos con una intensidad apenas disimulada. Una leve inclinación de cabeza acompañó sus palabras, gesto que esperaba transmitiera respeto y, tal vez, una pizca de coquetería inocente.
Esperó, con el corazón latiendo más rápido de lo habitual, anhelando la respuesta del lugarteniente que tanto admiraba.
Un palpitar nervioso agitó su pecho. Era la oportunidad perfecta para acercarse a él. Con gracia felina, Fronda se movió hacia Pantanoso, su cola larga y esponjosa balanceándose con elegancia detrás de ella. Cada paso estaba calculado, cada gesto ensayado para captar su atención. Sus ojos brillaban con un brillo especial, reflejando la determinación y el deseo que ardían en su interior.
Finalmente, llegó junto a él, deteniéndose a una distancia respetuosa pero lo suficientemente cercana para que él la notara. Con una sonrisa sutil jugando en sus labios, Fronda bajó la cabeza en un saludo formal.
Buenas tardes, Pantanoso - su voz resonó suavemente, teñida de una mezcla de admiración y entusiasmo. Elevó la mirada hacia él, sus ojos buscando los suyos con una intensidad apenas disimulada. Una leve inclinación de cabeza acompañó sus palabras, gesto que esperaba transmitiera respeto y, tal vez, una pizca de coquetería inocente.
Esperó, con el corazón latiendo más rápido de lo habitual, anhelando la respuesta del lugarteniente que tanto admiraba.
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Pantanoso
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El encuentro con Estrella Rota ayer en la frontera le había dejado inquieto, más por sus palabras. Al parecer un guerrero, o guerrera, de su clan había intentando recuperar las Rocas Soleadas por su propia cuenta, dejando no solo mal parados a ambos superiores, sino también a todo el Clan del Río bajo los ojos del juzgado del Clan del Trueno. No estaba contento, y Estrella de Serpiente tampoco, fue entonces que Pantanoso comenzó una propia investigación aprobada por el líder para saber quien había sido el causante del problema.
Se encontraba en la orilla del río, dándole algunos concejos a un par de aprendices que clamaban saber más acerca de estrategias de batalla acuáticas. Pantanoso no era alguien que amara mentoría, o siquiera tener aprendiz, pero era su deber como guerrero y lugarteniente. Asi que, cuando dos aprendices le preguntaron personalmente como mejorar sus técnicas de batalla él no se negó. — Deben ser como una barracuda. ¿Saben que es una barracuda? —. Pregunto el lugarteniente, con una zarpa en alto, explicando una técnica de ahogar a un enemigo llevándolo al fondo del río.
¿Era ético? Por supuesto que no.
Dejo de hablar en cuanto escucho una voz detrás suyo, llamándolo. Femenina y delicada, no le llevo más de cinco segundos adivinar quien era la dueña de la voz: Fronda. Fronda clamaba muchas veces su atención, y más de las veces que podía contar la había descubierto mirándolo fijamente, solo para después desviar la mirada y seguir con lo suyo. Para este punto, Pantanoso tenía leve sospecha de los intereses de la gata. Negó con la cabeza antes de volver su mirada a los dos aprendices, levantándose de su lugar y dando por finalizada la charla de entrenamiento. — Vayan a practicar lo que les enseñe —. Ordeno levemente, viendo como ambos aprendices corrían a saltos hacia el río que bordeaba el campamento.
Giro su cuerpo en su totalidad, ahora encarando a la gata que le sacaba varios centímetros de alto. — Buenas tardes, Fronda —. Correspondió su saludo. — ¿Necesitas algo? —. Dijo rápidamente, cuestionando el por qué de su saludo. No todos los días era saludado personalmente, siempre simples saludos de cortesía o fugaces.
Se encontraba en la orilla del río, dándole algunos concejos a un par de aprendices que clamaban saber más acerca de estrategias de batalla acuáticas. Pantanoso no era alguien que amara mentoría, o siquiera tener aprendiz, pero era su deber como guerrero y lugarteniente. Asi que, cuando dos aprendices le preguntaron personalmente como mejorar sus técnicas de batalla él no se negó. — Deben ser como una barracuda. ¿Saben que es una barracuda? —. Pregunto el lugarteniente, con una zarpa en alto, explicando una técnica de ahogar a un enemigo llevándolo al fondo del río.
¿Era ético? Por supuesto que no.
Dejo de hablar en cuanto escucho una voz detrás suyo, llamándolo. Femenina y delicada, no le llevo más de cinco segundos adivinar quien era la dueña de la voz: Fronda. Fronda clamaba muchas veces su atención, y más de las veces que podía contar la había descubierto mirándolo fijamente, solo para después desviar la mirada y seguir con lo suyo. Para este punto, Pantanoso tenía leve sospecha de los intereses de la gata. Negó con la cabeza antes de volver su mirada a los dos aprendices, levantándose de su lugar y dando por finalizada la charla de entrenamiento. — Vayan a practicar lo que les enseñe —. Ordeno levemente, viendo como ambos aprendices corrían a saltos hacia el río que bordeaba el campamento.
Giro su cuerpo en su totalidad, ahora encarando a la gata que le sacaba varios centímetros de alto. — Buenas tardes, Fronda —. Correspondió su saludo. — ¿Necesitas algo? —. Dijo rápidamente, cuestionando el por qué de su saludo. No todos los días era saludado personalmente, siempre simples saludos de cortesía o fugaces.
Fronda
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Fronda respiró hondo, tratando de calmar el temblor en su voz. Sus ojos brillaban con una mezcla de timidez y admiración mientras buscaba las palabras adecuadas. Cada fibra de su ser estaba alerta, sintiendo la intensidad del momento y la oportunidad que tenía frente a ella. Las suaves brisas del río acariciaban su pelaje dorado, creando un contraste encantador con su mirada resuelta.
—Bueno, eh... El curandero me pidió que recogiera caléndula para tratar las heridas de un guerrero —comenzó, su voz temblando ligeramente al principio. Sus orejas se inclinaron ligeramente hacia atrás, un gesto sutil de nerviosismo. Dio un paso más cerca, sintiendo cómo sus patas se aferraban al suelo para no tambalearse por los nervios. Cada movimiento estaba lleno de una gracia natural, aunque ligeramente afectada por la intensidad de sus emociones.
El sol de la tarde bañaba el campamento en una cálida luz dorada, acentuando los tonos de su pelaje y resaltando la belleza natural de Fronda. Pero en ese momento, toda su atención estaba centrada en Pantanoso. Se tomó un segundo para observar su imponente figura, su musculatura bien definida y esos ojos llenos de sabiduría y experiencia. Sentía que su corazón latía más rápido con cada instante que pasaba cerca de él. —Pero, no me gusta salir sola del campamento. Pensé que, tal vez, podrías acompañarme —continuó, su voz ganando un poco más de confianza. Sus palabras estaban cargadas de un deseo genuino, no solo de compañía sino de la oportunidad de compartir un momento especial con él. Su cola, larga y esponjosa, se movía suavemente detrás de ella, reflejando tanto su nerviosismo como su esperanza.
Hizo una pausa, su rostro se sonrojó ligeramente, y bajó la mirada un momento antes de volver a levantarla. En esos breves segundos, reunió el valor necesario para añadir un toque de coquetería a sus palabras. Elevó la vista de nuevo hacia Pantanoso, sus ojos ámbar brillando con un destello de anticipación. —Sería más seguro y... sería una buena oportunidad para pasar un tiempo juntos, ¿no crees...? —susurró, su voz suave y melodiosa, casi como un canto, intentando atraerlo con su sinceridad y encanto. Las palabras flotaron en el aire entre ellos, cargadas de significados ocultos y esperanzas latentes.
Sus ojos se llenaron de esperanza mientras observaba a Pantanoso, su corazón latiendo rápidamente. Su cuerpo ligeramente inclinado hacia él, cada fibra de su ser mostraba una mezcla de vulnerabilidad y emoción. La cercanía entre ambos creaba una tensión palpable, una conexión silenciosa que Fronda anhelaba fortalecer. Su cola seguía moviéndose suavemente, como un susurro de sus pensamientos más profundos y deseos no expresados. La expectación se reflejaba en su postura, sus patas firmemente plantadas en el suelo mientras su mirada no vacilaba de la de Pantanoso. Este momento, tan cargado de emociones y posibilidades, era uno que Fronda deseaba con todo su corazón que se convirtiera en una nueva página en su historia compartida.
—Bueno, eh... El curandero me pidió que recogiera caléndula para tratar las heridas de un guerrero —comenzó, su voz temblando ligeramente al principio. Sus orejas se inclinaron ligeramente hacia atrás, un gesto sutil de nerviosismo. Dio un paso más cerca, sintiendo cómo sus patas se aferraban al suelo para no tambalearse por los nervios. Cada movimiento estaba lleno de una gracia natural, aunque ligeramente afectada por la intensidad de sus emociones.
El sol de la tarde bañaba el campamento en una cálida luz dorada, acentuando los tonos de su pelaje y resaltando la belleza natural de Fronda. Pero en ese momento, toda su atención estaba centrada en Pantanoso. Se tomó un segundo para observar su imponente figura, su musculatura bien definida y esos ojos llenos de sabiduría y experiencia. Sentía que su corazón latía más rápido con cada instante que pasaba cerca de él. —Pero, no me gusta salir sola del campamento. Pensé que, tal vez, podrías acompañarme —continuó, su voz ganando un poco más de confianza. Sus palabras estaban cargadas de un deseo genuino, no solo de compañía sino de la oportunidad de compartir un momento especial con él. Su cola, larga y esponjosa, se movía suavemente detrás de ella, reflejando tanto su nerviosismo como su esperanza.
Hizo una pausa, su rostro se sonrojó ligeramente, y bajó la mirada un momento antes de volver a levantarla. En esos breves segundos, reunió el valor necesario para añadir un toque de coquetería a sus palabras. Elevó la vista de nuevo hacia Pantanoso, sus ojos ámbar brillando con un destello de anticipación. —Sería más seguro y... sería una buena oportunidad para pasar un tiempo juntos, ¿no crees...? —susurró, su voz suave y melodiosa, casi como un canto, intentando atraerlo con su sinceridad y encanto. Las palabras flotaron en el aire entre ellos, cargadas de significados ocultos y esperanzas latentes.
Sus ojos se llenaron de esperanza mientras observaba a Pantanoso, su corazón latiendo rápidamente. Su cuerpo ligeramente inclinado hacia él, cada fibra de su ser mostraba una mezcla de vulnerabilidad y emoción. La cercanía entre ambos creaba una tensión palpable, una conexión silenciosa que Fronda anhelaba fortalecer. Su cola seguía moviéndose suavemente, como un susurro de sus pensamientos más profundos y deseos no expresados. La expectación se reflejaba en su postura, sus patas firmemente plantadas en el suelo mientras su mirada no vacilaba de la de Pantanoso. Este momento, tan cargado de emociones y posibilidades, era uno que Fronda deseaba con todo su corazón que se convirtiera en una nueva página en su historia compartida.
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Pantanoso
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Allí, clavado en su lugar, el lugarteniente escuchaba las palabras de la guerrera Fronda y cada vez que una palabra salía tras la otra un pelo de su lomo se erizaba en espanto. ¿Acaso no era una guerrera? Fue entrenada para aquellas cosas. Estaba claro que su ceño se frunció levemente, tan leve que podría pasar de ser percibido en sus facciones insensibles y duras.
No me gusta salir sola. Sería más seguro. Pasar tiempo juntos.
Con cada frase Pantanoso estaba perdiendo sus estribos, y se veía su leve molestia en sus ojos entrecerrados, fríos. No emitió palabra en toda la conversación que le dio Fronda, en como su cuerpo parecía inquieto, incapaz de quedarse quieta por tan solo un momento. La cola tupida del lugarteniente comenzó a moverse cuál látigo de un lado al otro, barriendo las hierbas del suelo, desplumando las flores y levantando a los pequeños insectos que vivían en el reino de las hojas.
— Eres una guerrera, fuiste entrenada para cualquier complicación que suceda fuera del campamento —. Comenzó, duro y molesto por lo que estaba escuchando. — Quizás deba decirle a Estrella de Serpiente que necesitas retomar tu etapa de aprendiz por varias lunas, de nuevo —. Amenazo, levantándose de su lugar.
Miraba fijamente a la guerrera Fronda, molesto con lo que acababa de escuchar. Una guerrera entrenada tenía miedo de salir a buscar un par de hierbas medicinales y debía pedir ayuda, no solo a otro gato, sino que al propio lugarteniente. Era inaceptable para él que sus guerreros tengan miedo de salir solos, parecería que las lunas de entrenamiento no sirvieron de nada. ¿De que servia un guerrero que no podia con una simple tarea? No queria imaginarsela en batalla.
Estaba completamente fastidiado, pero prefirió no demostrar enojo a tan simple vista. Su enojo era palpable por su voz dura, algo amenazante y sus ojos entrecerrados; como si estuviera esperando no haber escuchado lo que creia escuchar. Podría haberse comenzado a mover de su lugar, y de hecho dio unos pasos hacia un costado, rodeándola y encarando el claro del campamento.
— Te pondré en la patrulla del atardecer, ya que no quieres ir sola —. Sentencio, girando su cabeza para ver a la gata, no esperando una respuesta, pero teniendo la sospecha de que iba a tener una respuesta.
No me gusta salir sola. Sería más seguro. Pasar tiempo juntos.
Con cada frase Pantanoso estaba perdiendo sus estribos, y se veía su leve molestia en sus ojos entrecerrados, fríos. No emitió palabra en toda la conversación que le dio Fronda, en como su cuerpo parecía inquieto, incapaz de quedarse quieta por tan solo un momento. La cola tupida del lugarteniente comenzó a moverse cuál látigo de un lado al otro, barriendo las hierbas del suelo, desplumando las flores y levantando a los pequeños insectos que vivían en el reino de las hojas.
— Eres una guerrera, fuiste entrenada para cualquier complicación que suceda fuera del campamento —. Comenzó, duro y molesto por lo que estaba escuchando. — Quizás deba decirle a Estrella de Serpiente que necesitas retomar tu etapa de aprendiz por varias lunas, de nuevo —. Amenazo, levantándose de su lugar.
Miraba fijamente a la guerrera Fronda, molesto con lo que acababa de escuchar. Una guerrera entrenada tenía miedo de salir a buscar un par de hierbas medicinales y debía pedir ayuda, no solo a otro gato, sino que al propio lugarteniente. Era inaceptable para él que sus guerreros tengan miedo de salir solos, parecería que las lunas de entrenamiento no sirvieron de nada. ¿De que servia un guerrero que no podia con una simple tarea? No queria imaginarsela en batalla.
Estaba completamente fastidiado, pero prefirió no demostrar enojo a tan simple vista. Su enojo era palpable por su voz dura, algo amenazante y sus ojos entrecerrados; como si estuviera esperando no haber escuchado lo que creia escuchar. Podría haberse comenzado a mover de su lugar, y de hecho dio unos pasos hacia un costado, rodeándola y encarando el claro del campamento.
— Te pondré en la patrulla del atardecer, ya que no quieres ir sola —. Sentencio, girando su cabeza para ver a la gata, no esperando una respuesta, pero teniendo la sospecha de que iba a tener una respuesta.
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Fronda se quedó atónita mientras las palabras duras de Pantanoso golpeaban su mente como una tormenta inesperada. Sus ojos ámbar se ensancharon, reflejando una mezcla de sorpresa y confusión. No había anticipado esa reacción; había esperado una aceptación, tal vez incluso un momento compartido con el lugarteniente que tanto admiraba. Pero a medida que procesaba sus palabras, una chispa de entendimiento comenzó a encenderse en su corazón.
"Está preocupado por mí", pensó, su mente intentando racionalizar la severidad de sus palabras. "¡Quiere asegurarse de que esté segura!".
La determinación en su pecho se reafirmó, y Fronda sintió una ola de afecto y gratitud hacia Pantanoso. No podía dejar que su molestia la desanimara; en cambio, debía demostrarle que podía ser fuerte, capaz, y merecedora de su respeto. Con una sonrisa suave y una mirada llena de resolución, Fronda se acercó un poco más a él, sus pasos cautelosos y medidos. La luz del sol se reflejaba en su pelaje dorado, destacando su figura esbelta y elegante. Su cola se movía lentamente, en un gesto de apaciguamiento y esperanza.
—Pantano, sé que no debería tener miedo —comenzó, su voz firme pero teñida de emoción—. Pero cuando pienso en ti, en lo valiente y fuerte que eres, me inspiras a ser mejor. Quiero demostrarte que puedo ser una guerrera capaz, alguien en quien puedas confiar completamente.
Sus ojos se encontraron con los suyos, y Fronda sostuvo su mirada con una mezcla de respeto y admiración. Se esforzó por transmitir su gratitud y comprensión a través de esa conexión visual, esperando que él viera que ella estaba dispuesta a mejorar y ser la guerrera que él esperaba que fuera. La idea de que Pantanoso estuviera preocupado por su seguridad, aunque expresada de manera severa, solo aumentaba su afecto por él. A su modo, él estaba mostrando que le importaba, que quería que ella estuviera a salvo y fuerte. Este pensamiento hizo que sus sentimientos florecieran aún más intensamente. Fronda sentía que su amor por Pantanoso no era solo un capricho pasajero; era un fuego constante que ardía en su pecho, alimentado por cada interacción, cada mirada. Ella quería ser digna de él, demostrarle que podía ser una guerrera fuerte y capaz, alguien en quien él pudiera confiar y tal vez, algún día, amar.
—Aprecio mucho tu preocupación por mi seguridad. Me hace sentir que te importo, aunque sea un poco —susurró, sus ojos llenándose de una ternura evidente—. Quiero que sepas que haré todo lo posible para mejorar, para ser la guerrera que el clan necesita y que tú puedas admirar.
Fronda levantó la mirada, encontrando la de Pantanoso con una intensidad casi palpable.
—Prometo que demostraré mi valía. No solo por el clan, sino por ti. Porque eres alguien muy importante para mí, y quiero que lo sepas —sus palabras salieron cargadas de honestidad y un amor que ya no podía ocultar—. Si me das esta oportunidad de demostrarlo, te prometo que no te defraudaré. Iré por las caléndulas yo misma, y traeré tantas que no necesitaremos salir del campamento por ellas por muchas lunas
Fronda se quedó allí, esperando una reacción, deseando que Pantanoso pudiera ver más allá de su frustración inicial y reconocer su compromiso y dedicación. Para ella, cada palabra que había dicho no solo era una promesa, sino una declaración de su amor y lealtad, tanto a él como al Clan del Río. Mientras esperaba, sus pensamientos se entrelazaban con sus emociones. Imaginaba momentos futuros en los que, tal vez, él vería en ella algo más que una guerrera joven e inexperta. Quería que Pantanoso la viera como alguien en quien podía confiar, alguien con quien podría compartir más que estrategias de batalla y responsabilidades del clan. Soñaba con el día en que su amor pudiera ser correspondido, y mientras tanto, cada pequeña interacción como esta era un paso más hacia ese sueño.
"Está preocupado por mí", pensó, su mente intentando racionalizar la severidad de sus palabras. "¡Quiere asegurarse de que esté segura!".
La determinación en su pecho se reafirmó, y Fronda sintió una ola de afecto y gratitud hacia Pantanoso. No podía dejar que su molestia la desanimara; en cambio, debía demostrarle que podía ser fuerte, capaz, y merecedora de su respeto. Con una sonrisa suave y una mirada llena de resolución, Fronda se acercó un poco más a él, sus pasos cautelosos y medidos. La luz del sol se reflejaba en su pelaje dorado, destacando su figura esbelta y elegante. Su cola se movía lentamente, en un gesto de apaciguamiento y esperanza.
—Pantano, sé que no debería tener miedo —comenzó, su voz firme pero teñida de emoción—. Pero cuando pienso en ti, en lo valiente y fuerte que eres, me inspiras a ser mejor. Quiero demostrarte que puedo ser una guerrera capaz, alguien en quien puedas confiar completamente.
Sus ojos se encontraron con los suyos, y Fronda sostuvo su mirada con una mezcla de respeto y admiración. Se esforzó por transmitir su gratitud y comprensión a través de esa conexión visual, esperando que él viera que ella estaba dispuesta a mejorar y ser la guerrera que él esperaba que fuera. La idea de que Pantanoso estuviera preocupado por su seguridad, aunque expresada de manera severa, solo aumentaba su afecto por él. A su modo, él estaba mostrando que le importaba, que quería que ella estuviera a salvo y fuerte. Este pensamiento hizo que sus sentimientos florecieran aún más intensamente. Fronda sentía que su amor por Pantanoso no era solo un capricho pasajero; era un fuego constante que ardía en su pecho, alimentado por cada interacción, cada mirada. Ella quería ser digna de él, demostrarle que podía ser una guerrera fuerte y capaz, alguien en quien él pudiera confiar y tal vez, algún día, amar.
—Aprecio mucho tu preocupación por mi seguridad. Me hace sentir que te importo, aunque sea un poco —susurró, sus ojos llenándose de una ternura evidente—. Quiero que sepas que haré todo lo posible para mejorar, para ser la guerrera que el clan necesita y que tú puedas admirar.
Fronda levantó la mirada, encontrando la de Pantanoso con una intensidad casi palpable.
—Prometo que demostraré mi valía. No solo por el clan, sino por ti. Porque eres alguien muy importante para mí, y quiero que lo sepas —sus palabras salieron cargadas de honestidad y un amor que ya no podía ocultar—. Si me das esta oportunidad de demostrarlo, te prometo que no te defraudaré. Iré por las caléndulas yo misma, y traeré tantas que no necesitaremos salir del campamento por ellas por muchas lunas
Fronda se quedó allí, esperando una reacción, deseando que Pantanoso pudiera ver más allá de su frustración inicial y reconocer su compromiso y dedicación. Para ella, cada palabra que había dicho no solo era una promesa, sino una declaración de su amor y lealtad, tanto a él como al Clan del Río. Mientras esperaba, sus pensamientos se entrelazaban con sus emociones. Imaginaba momentos futuros en los que, tal vez, él vería en ella algo más que una guerrera joven e inexperta. Quería que Pantanoso la viera como alguien en quien podía confiar, alguien con quien podría compartir más que estrategias de batalla y responsabilidades del clan. Soñaba con el día en que su amor pudiera ser correspondido, y mientras tanto, cada pequeña interacción como esta era un paso más hacia ese sueño.
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Pantanoso
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— Eso espero —. Dijo de forma corta, aspero. Estaba claro que Pantanoso no veia con los mismos ojos a Fronda. O que al menos, no se estaba creando un escenario imaginario en su mente.
¿Qué iba a decir? ¿Dar un discurso de lo que significaba ser guerrero? ¿Decirle como mejorar? ¿Emocionarse por sus palabras? La respuesta era corta y simple: no. La sola idea de que dicha guerrera este de pie frente a él clamando palabras de aliento de parte del lugarteniente por cumplir tareas básicas le estaba enervando. Hacía mucho que dejo de tener que lidiar con aprendices y alejarse de las actitudes aniñadas.
— No voy a felicitarte por buscar hiedras medicinales —. Comento, dando la vuelta y mirando a la gata. Estaba claro que el gato ya estaba planeando tareas y ordenanzas en su cabeza cuando la gata le volvió a hablar. No podía irse de su trabajo. — Es tu deber como guerrera —.
Esperaba más que palabras y promesas de sus guerreros, esperaba resultados. Eran pocos los gatos que tenían la plena y total confianza de Pantanoso, y por lo general eran aquellos que destacaban en sus labores, aquellos que entendía lo que significaba ser guerrero y lograban cumplir sus tareas de forma precisa. No buscaban su atención, o su felicitación, no lo servían a él ni a Estrella de Serpiente. No, servían a algo más grande y ese era su clan. El Clan del Río y el Código Guerrero.
A eso debían aspirar. A ser mejores
— Te pondré en la patrulla del atardecer —. Zanjó con seriedad, dando a entender que no hay ninguna ventana para cuestionar la ordenanza.
Fronda
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Fronda sintió el golpe de las palabras de Pantanoso, pero no dejó que su determinación se tambaleara. Enderezó la postura, sus ojos ámbar brillando con una mezcla de desafío y afecto, aunque una sombra de tristeza se reflejaba en ellos.
—Entiendo, Pantanoso —dijo con firmeza, acercándose un poco más, su voz resonando con una intensidad contenida—. Demostraré mi valía con hechos, no con palabras.
Sus ojos se encontraron con los de Pantanoso, y por un instante, se quedó quieta, dejando que su mirada transmitiera todo lo que sentía: su amor, su admiración, su deseo de ser mejor. Luego, con una última mirada cargada de resolución, se giró y comenzó a caminar hacia la salida del campamento. Cada paso que daba era firme y decidido, su cola larga y esponjosa se movía con gracia detrás de ella, como un estandarte de su voluntad inquebrantable. Sin embargo, en su interior, sentía un nudo de desánimo. Mientras se alejaba, sus pensamientos estaban llenos de promesas silenciosas y preguntas sin respuesta.
Al llegar al borde del campamento, se unió a la patrulla del atardecer como Pantanoso le había indicado. Sus compañeros guerreros la saludaron con asombro Fronda era una guerrera muy popular y querida por muchos gatos del clan. Sin embargo, Fronda estaba absorta en sus pensamientos. Mientras caminaban hacia la frontera, sus ojos escudriñaban el entorno en busca de cualquier señal de peligro. Mientras avanzaban por el bosque, el murmullo de las hojas y el crujir de las ramas bajo sus patas eran los únicos sonidos que acompañaban sus pensamientos. Las palabras de Pantanoso resonaban en su mente, y con cada paso, se hacía más preguntas: ¿Sería capaz de demostrarle que era una guerrera digna? ¿Algún día vería más allá de sus fallos y reconocería su verdadero potencial? Ella era una buena guerrera, nunca había demostrado lo contrario, hacia todo a pie de la letra y sin faltar nunca al Código guerrero. O al menos... Eso pensaba ella.
Finalmente, llegaron a la zona cercana al río donde crecía la caléndula. Mientras los otros guerreros se dispersaban para patrullar, Fronda se detuvo un momento, sus ojos buscando entre las hierbas. Encontró las flores doradas y se inclinó para recogerlas con cuidado, sus movimientos precisos y eficientes. Con la caléndula en la boca, volvió a unirse a la patrulla.
El camino de regreso al campamento fue silencioso para Fronda. Aunque estaba rodeada de sus compañeros, se sentía sola con sus pensamientos. La determinación seguía ardiendo en su interior, pero una sombra de duda la acompañaba. ¿Sería suficiente? ¿Algún día ganaría el respeto de Pantanoso?
Cuando finalmente regresaron al campamento, Fronda se dirigió directamente a la guarida del curandero, entregando las flores con una sonrisa satisfecha, aunque su mente aún estaba llena de preguntas. Su cuerpo aún estaba lleno de energía, y en su mente, ya estaba planeando la siguiente tarea, la siguiente oportunidad para demostrar que era digna de su clan y del respeto de Pantanoso. Fronda sabía que el camino sería difícil, pero estaba lista para enfrentarlo con todo su ser, impulsada por el amor y la determinación que ardían en su corazón.
—Entiendo, Pantanoso —dijo con firmeza, acercándose un poco más, su voz resonando con una intensidad contenida—. Demostraré mi valía con hechos, no con palabras.
Sus ojos se encontraron con los de Pantanoso, y por un instante, se quedó quieta, dejando que su mirada transmitiera todo lo que sentía: su amor, su admiración, su deseo de ser mejor. Luego, con una última mirada cargada de resolución, se giró y comenzó a caminar hacia la salida del campamento. Cada paso que daba era firme y decidido, su cola larga y esponjosa se movía con gracia detrás de ella, como un estandarte de su voluntad inquebrantable. Sin embargo, en su interior, sentía un nudo de desánimo. Mientras se alejaba, sus pensamientos estaban llenos de promesas silenciosas y preguntas sin respuesta.
Al llegar al borde del campamento, se unió a la patrulla del atardecer como Pantanoso le había indicado. Sus compañeros guerreros la saludaron con asombro Fronda era una guerrera muy popular y querida por muchos gatos del clan. Sin embargo, Fronda estaba absorta en sus pensamientos. Mientras caminaban hacia la frontera, sus ojos escudriñaban el entorno en busca de cualquier señal de peligro. Mientras avanzaban por el bosque, el murmullo de las hojas y el crujir de las ramas bajo sus patas eran los únicos sonidos que acompañaban sus pensamientos. Las palabras de Pantanoso resonaban en su mente, y con cada paso, se hacía más preguntas: ¿Sería capaz de demostrarle que era una guerrera digna? ¿Algún día vería más allá de sus fallos y reconocería su verdadero potencial? Ella era una buena guerrera, nunca había demostrado lo contrario, hacia todo a pie de la letra y sin faltar nunca al Código guerrero. O al menos... Eso pensaba ella.
Finalmente, llegaron a la zona cercana al río donde crecía la caléndula. Mientras los otros guerreros se dispersaban para patrullar, Fronda se detuvo un momento, sus ojos buscando entre las hierbas. Encontró las flores doradas y se inclinó para recogerlas con cuidado, sus movimientos precisos y eficientes. Con la caléndula en la boca, volvió a unirse a la patrulla.
El camino de regreso al campamento fue silencioso para Fronda. Aunque estaba rodeada de sus compañeros, se sentía sola con sus pensamientos. La determinación seguía ardiendo en su interior, pero una sombra de duda la acompañaba. ¿Sería suficiente? ¿Algún día ganaría el respeto de Pantanoso?
Cuando finalmente regresaron al campamento, Fronda se dirigió directamente a la guarida del curandero, entregando las flores con una sonrisa satisfecha, aunque su mente aún estaba llena de preguntas. Su cuerpo aún estaba lleno de energía, y en su mente, ya estaba planeando la siguiente tarea, la siguiente oportunidad para demostrar que era digna de su clan y del respeto de Pantanoso. Fronda sabía que el camino sería difícil, pero estaba lista para enfrentarlo con todo su ser, impulsada por el amor y la determinación que ardían en su corazón.
Would you come here and spin with me?
I've been dying to get you dizzy
Find a way up into your head
So I can make you feel like new again